Cuando recibió el mensaje no podía creerlo. Había sido seleccionada para cursar cuatro años en la prestigiosa universidad estadounidense
Redacción
Para Milagros, quien quedó ciega poco después de nacer y aprendió inglés sola, se trata de un sueño que parecía inalcanzable y detrás del cual hay años de amor, abnegación y aprendizajes, de ella y de su familia. “Hace un año estaba sentada en mi cama llorando junto a mi madre porque me daba cuenta de que mis sueños de estudiar en el extranjero no se iban a hacer realidad”, cuenta emocionada.
Nací una tarde de abril casi cuatro meses antes de lo esperado en Colonia del Sacramento, una pequeña ciudad uruguaya. Pesaba 740 gramos, y mi cuerpo -que aún no estaba desarrollado- cabía en una mano. Mi situación era tan precaria que los médicos informaron a mis padres que yo no sobreviviría y que, si lo hacía, probablemente tendría secuelas muy graves. “Si sobrevive va a ser un milagro”, dijeron. Y “como yo aún no tenía nombre, ese fue el que mis padres decidieron ponerme Milagros”.
Su padre, que estaba en la ambulancia con ella, siempre recuerda la cara de los doctores y la realidad de esos momentos en los que todo parecía salir mal. Su madre, que se recuperaba del parto, se unió a él unos días después junto a su hermana Chloe y la visitó todos los días.
Milagros muestra su título 
Pasó tres meses en cuidados intensivos, en el delicado borde entre la vida y la muerte. Al final, la dedicación de los doctores tuvo frutos. Pero meses después de su llegada a casa, sus padres recibieron la llamada en la que los citaban en persona para darles la noticia: “yo era totalmente ciega y no había nada que pudiesen hacer para revertir la situación”. El oxígeno responsable de salvar su vida fue el que, tras quemar sus retinas, le dejó sin la posibilidad de ver.
Cuando tenía casi 6 años, Chloe falleció a causa de un cáncer cerebral que les tomó por sorpresa a todos. “Nos tocó estar lejos, cuenta Milagros; ella estaba en Argentina por el tratamiento y yo solo podía viajar allí de vez en cuando. Aunque tengo recuerdos difíciles, y es imposible no reconocerlo, hoy la recuerdo con alegría”.
Voy a estudiar Ciencias Políticas, con una opción secundaria en derechos humanos y migraciones.
MILAGROS
BIENVENIDA A HARVARD
Se graduó del liceo en 2019 con una sola meta: “irme a estudiar al extranjero”. “Quería salir de mi zona de confort y demostrarme que era capaz de hacer más cosas de las que se esperaban de mí”. Ella ya había postulado a muchas cosas -colegios con becas, programas de intercambio- y solo me encontraba con rechazos, cada uno más doloroso que el anterior. Postuló a 20 universidades. Harvard fue, en cierto modo, “una aplicación que mandé porque sabía que si no lo hacía me arrepentiría toda mi vida”. Lo peor que podía pasar era recibir un no, recuerda.
Cuatro meses después de enviar la postulación, la respuesta llegó. “¡Bienvenida a Harvard!” escuchó en su lector de pantallas al abrir lo que aún no terminaba de creer era la carta de aceptación. “Mis gritos llenaron la casa cuando salí corriendo, llorando, para darles la noticia a mis padres y a mi hermano, que esperaban expectantes. Lloré y lloramos, fácilmente por más de media hora, y el sentimiento de incredulidad aún no se ha ido”. Mi vida hoy en día se parece poco a aquel día de verano en el que pensé que todo estaba perdido.
Ahora se prepara para un viaje que está cada vez más cerca y para vivir cuatro años lejos de su familia, de sus amigos y del país que conoció toda su vida.
Fuente: bbc.com/mundo
