La compañía que gestiona la nave tiene en Tenerife (Islas Canarias) el centro de operaciones
Redacción
Llega a donde pocos alcanzan. Y apenas guarda semejanza alguna con el primero de su especie, el submarino de propulsión eléctrica que inventó el español Isaac Peral en 1888. El Pisces VI, un heredero lejano, es único: uno de los seis submarinos de inmersión profunda que existen hoy en el mundo y una máquina perfecta de pequeñas proporciones que igual estudia la presencia de microplásticos en el lecho marino que localiza el naufragio de una embarcación de migrantes, la más reciente de sus misiones.
“La mayoría de la media docena de submarinos similares son propiedad de gobiernos”, explica a El Independiente Scott Waters, el fundador y CEO de Pisces VI, la compañía que gestiona una nave que tiene las Islas Canarias como centro de operaciones. “Nuestro principal objetivo, como empresa privada, es proporcionar este submarino a las empresas, países e instituciones oceanográficas que no tienen la capacidad de disponer de él. Así que básicamente nos contratan para el trabajo que quieren. Cuando acaba, nos vamos. De ese modo no tienen los costes continuos de mantener un aparato como éste”.
En 2015 el estadounidense Waters se enroló en una aventura que no pocos considerarían completamente descabellada. Reunió los ahorros que había obtenido en una lucrativa inversión y adquirió un submarino de segunda mano, manufacturado en Canadá. “Cuando se construyó, costaba 11,6 millones de dólares. Lo adquirí y lo reacondicioné para convertirlo en tecnología moderna. Pasamos cinco años haciendo el reacondicionamiento del submarino. Es un proceso muy complicado y caro”, rememora quien ejerce además de piloto en las expediciones que emprende la nave.
Tenerife, centro de operaciones
Remozado, el Pisces VI inició su nueva singladura hace apenas dos años. En plena pandemia, mudó de hogar: de Estados Unidos a Tenerife, donde hoy pasa el tiempo entre misiones. Se trata de un submarino pilotado con sumergibilidad de 2.180 metros y capacidad para un piloto y hasta tres pasajeros. Un submarino privado único en el planeta que surca las profundidades de océanos en busca de respuestas a los enigmas que aún existen. “Nos dedicamos principalmente a la ciencia, pero también realizamos investigaciones en vulcanología y biología así como trabajos de cine y turismo. Queremos contribuir al conocimiento humano de nuestros océanos e incluso de nuestro mundo. No hacemos exploraciones petrolíferas ni nada por el estilo”.
Queremos contribuir al conocimiento humano de nuestros océanos
SCOTT WATERS, CEO Y FUNDADOR DE PISCES VI
El equipo está integrado, en su mayoría, por estadounidenses y españoles. Entre ellos, figura el gallego David Barral, quien hace un año quedó seducido por el submarino nada más verlo atracado en el puerto. Ingeniero electrónico, disfrutaba de un año sabático y se preparaba para ser instructor de apnea cuando el Pisces VI se cruzó en su camino. “Lo vi frente al centro de formación y me interesé. Necesitaban a alguien para los temas eléctricos y así fui como me sumé”, explica quien reconoce estar cumpliendo el sueño de su vida. “De niño y adolescente estaba obsesionado con los submarinos y con algunas figuras famosas de la apnea en los años 90”, confiesa.
Hoy ejerce de controlador, encargado de permanecer en la superficie y coordinar el buen desarrollo de la inmersión. Su último trabajo ha acaecido en las aguas del Líbano, un país sumido en una grave crisis política y económica que lleva años flirteando con el fantasma del Estado fallido. El submarino fue contratado por una ONG local para localizar el naufragio de un yate a bordo del que unas 88 personas huían del país. El pasado abril la embarcación, con capacidad para 12 personas, se hundió en el mar, a unos 450 metros de profundidad. Fallecieron 40 personas, la mayoría niños y mujeres que quedaron atrapados en la cabina.
“Ha sido una experiencia dura porque encontrar un barco en alta mar es como localizar a un pez. Puede llevar mucho tiempo aunque no fue el caso. En diez horas bajo el agua se había ubicado”, evoca Barral. “Fui escuchando lo que veían y me emocionó.
Fue un escalofrío por todo el cuerpo. Pensé en todas esas familias que perdieron a sus seres queridos y en el momento tan terrible que tuvieron que vivir”, comenta de una misión atípica, como subraya Waters. “Siempre intentamos hacer misiones científicas. Llegó en un momento en el que no teníamos ninguna misión planificada. Lo que se nos pidió fue localizar el naufragio y rescatar los cuerpos”, esboza.
Fuente: El Independiente