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    Argos, el perro de Ulises

    Redacción

    Hablar de Argos es hablar de uno de los episodios de la Odisea más tensos y más emocionantes, y es que este astuto can aparece en el poema homérico en el momento en el que Ulises llega por fin a Ítaca después de veinte años de «odisea» para volver a su patria al terminar la Guerra de Troya.

    Ulises lleva muchos años fuera y nadie ha conseguido saber nada de él en mucho tiempo, su mujer Penélope, reina de Ítaca, es acosada por un gran número de pretendientes que desean ya sin más dilación ocupar el trono de Odiseo (Ulises en el mundo latinizado); un trono es un trono. Es el momento en el que ya no se puede alargar más la ausencia del rey de Itaca, y Penélope después de esperarle pacientemente e inventar múltiples triquiñuelas para eludir a sus pretendientes, se ve en la obligación de sucumbir a su destino. Una reunión de todos ellos se congrega en palacio para desposar a Penélope y asesinar después a Telémaco, hijo de ésta y de Ulises, único heredero del trono de Ítaca.

    Ilustración: LOUIS FREDERICK SCHUTZENBERGER.

    Pero un poco antes la diosa Atenea insta a Telémaco a partir de Ítaca hacia Pilos para reunirse con el rey Néstor e intentar averiguar algo de su padre, en un último intento por obtener alguna prueba o información de que Ulises está vivo y parar el despropósito que se cierne sobre su madre y sobre Ítaca. El destino de ambos parece que está en sus manos…. Néstor no sabe nada de Ulises y aconseja a Telémaco que vaya a ver a Menelao, rey de Esparta.

    Menelao le dice a Telémaco que vió a Ulises «en una isla abrumado por recios pesares, en el palacio de la ninfa Calipso, que le retenia por fuerza, y que no le era posible llegar a la patria porque no tiene naves provistas de remos ni compañeros que lo conduzcan por el ancho dorso del mar». Canto XVII  (cuando Telémaco informa a su madre de lo que Menelao le ha dicho).

    La diosa Atenea en el Olimpo habla con Zeus y le pide que tenga piedad de Ulises y que haga que Calipso le deje marchar…

    Al final los feacios llevan a Ulises hasta Ítaca. Atenea disfraza de mendigo a Ulises a su llegada para que pueda ver lo que ocurre en su patria antes de revelar su identidad. Una vez en Ítaca, al único al que revela su identidad es a Telémaco, que le informa de lo que está sucediendo y de lo que parece que va a suceder… ambos trazan un plan en el que Ulises sigue haciéndose pasar por mendigo para detener a los pretendientes de Penélope. Telémaco insta a su madre a que aguarde un poco más diciéndole que su padre va a volver pronto, pero ésta no le cree después de haber llorado mares y de que todos le den ya por muerto. De este modo, Penélope plantea la superación de una prueba por la cual el que salga exitoso se casará con ella. Ulises participa en la prueba, gana y revela su identidad.

    Según cuenta Homero en su canto XVII de la Odisea, Ulises al acercarse a palacio conversando con Eumeo (que no sabía su identidad), vió como Argos se acercaba a él y así dice el canto:

    Y un perro, que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el can del paciente Odiseo, a quien éste había criado, aunque luego no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión. Anteriormente llevábanlo los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño, yacía abandonado sobre mucho fimo de mulos y de bueyes, que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Odiseo lo tomasen para estercolar los dilatados campos: allí estaba tendido Argos, todo lleno de garrapatas. Al advertir que Odiseo se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro de su amo; y éste, cuando lo vió, enjugóse una lágrima que con facilidad logró ocultar a Eumeo.

    Eumeo le dice a Odiseo: este can perteneció a un hombre que ha muerto lejos de nosotros. Si fuese tal como era en el cuerpo y en la actividad cuando Odiseo lo dejó al irse a Troya, pronto admirarías su ligereza y su vigor, no se le escapaba ninguna fiera que levantase, ni aún en lo más hondo de intrincada selva, porque era sumamente hábil en seguir un rastro. Más ahora abrúmanle los males a causa de que su amo murió fuera de la patria…..

    De esta manera se produce el encuentro entre Odiseo (Ulises) y Argos, su perro, que poco después de ver a su dueño muere. Argos había estado esperando más de veinte años a que su amo regresara para poder morir (Homero «inmortaliza» al can al concederle más de veinte años de vida…) y es el único que reconoce a Ulises al llegar a Ítaca. Desde entonces Argos es símbolo de la lealtad.

    Las habilidades caninas y la fidelidad y lealtad de estos animales ya son así constatados en un poema griego del siglo VIII antes de Cristo.

    Fuente: http://www.vitake.net