Un anciano que perdió todo en el seísmo de Marruecos sonríe un año después por la generosidad de un anónimo catalán
Redacción
Hace un año, el anciano Brahim formaba parte de los muertos que nadie cuenta: los que están vivos. Horas después del terremoto que el 8 de septiembre del 2023 golpeó las montañas del Atlas y dejó 3.000 muertos y 6.100 heridos, Brahim deambulaba con el alma rota entre los escombros de Imi N’tala, una aldea a 70 kilómetros al sur de Marrakech, que ya no era.
Aquel anciano septuagenario había visto derrumbarse toda su vida frente a sus ojos: poco antes del seísmo había bajado a coger agua a un riachuelo cercano y al girarse tras notar el temblor, vio como la montaña caía sobre las casas y mataba a toda su familia y decenas de vecinos. Casi uno de cada tres habitantes de Imi N’tala murieron en un parpadeo.
Días después de publicarse su imagen en La Vanguardia, Ángel, economista y director de una reputada asesoría legal de Barcelona, contactó con este diario y se ofreció a ayudar económicamente y de forma anónima a Brahim. Mantuvo su palabra durante un año y aquel empujón fue un salvavidas.
Hace unos días, Brahim recibió a este diario en la tienda a las afueras de Imi N’tala, donde vive desde el seísmo, con una sonrisa de oreja a oreja. Es un hombre nuevo. Con el dinero de Ángel (del gobierno ha obtenido una paga mensual de 230 euros y un primer pago de dos mil euros, insuficiente para reconstruir su casa) ha podido acondicionar su hogar provisional, que en una esquina tiene incluso unos sofás bajo una ventana, pero sobre todo imaginar un horizonte diferente.
“Doy gracias a Alá por enviarme un ángel desde España”, dice. Tras ofrecer nueces, rodajas de sandía y una pasta dulce de trigo, sésamo, almendras y anís, Brahim habla en futuro perfecto. “He encontrado un terreno para construir una casa, allí estaré seguro porque está lejos de la pared y no hay peligro de que caigan piedras, quiero quedarme”.
MATRIMONIO
Más allá de la aparición inesperada del samaritano catalán, la vida de Brahim ha cambiado por otro motivo: Fadma. Cuatro meses después del terremoto, sus hermanos pactaron con una familia de una aldea vecina, también destruida, el matrimonio con la mujer de 43 años para que se cuidaran mutuamente. Soltera y sin hijos (algo poco habitual para una mujer de su edad en el Atlas), Fadma es una chica alegre y de ojos negros que sonríe al recordar el enlace.
Cuando me lo dijeron, acepté directamente. Nos conocíamos de alguna vez. Está bien que estemos juntos, nos ayudamos
Para Brahim, ha sido un regalo del cielo. “Es una buena persona. No tendremos hijos, pero me ayuda en todo… Hace un año no veía salida, ahora he recuperado la esperanza de vivir”.
Su alegría contrasta con la desolación alrededor. En Imi N’tala, como en la mayoría de aldeas remotas afectadas, apenas ha cambiado nada desde el seísmo
Fuente: lavanguardia