Redacción
Mientras dormimos, nuestro cerebro no se apaga: cambia de ritmo, reorganiza su actividad y, a veces, despierta dentro del sueño. Una red internacional de científicos ha creado la mayor base de datos de sueños y ondas cerebrales para descifrar cómo emerge la conciencia en mitad de la noche.
Los científicos han tratado desde hace tiempo de responder a una pregunta tan antigua como misteriosa: ¿qué ocurre en el cerebro cuando soñamos?. ¿Despierta, de algún modo, una parte de nuestra mente mientras el resto del cuerpo duerme?. Un nuevo proyecto internacional ofrece la herramienta más ambiciosa hasta la fecha para acercarse a esa respuesta, según información de Rex Molón.
La nueva herramienta se llama DREAM database y reúne miles de registros eléctricos del cerebro durante el sueño, junto con los relatos de sueños que las personas ofrecieron justo al despertar. Su propósito no es otro que desentrañar cómo y cuándo emerge la conciencia en la frontera entre la vigilia y el sueño.

El estudio, publicado en la revista Nature Communications, no presenta solo un hallazgo puntual, sino una infraestructura científica: una biblioteca abierta de sueños que aspira a transformar el modo en que se investiga la mente dormida. La iniciativa, liderada por un equipo de universidades de varios países, reúne datos de 505 participantes y más de 2.600 despertares registrados.
Dormir, soñar y medir la conciencia
Pasamos un tercio de la vida dormidos. En parte de ese tiempo, soñamos. Los sueños, pese a su apariencia mágica, son fenómenos naturales de la conciencia: experiencias subjetivas que surgen cuando el cerebro está desconectado del entorno. Pueden ser vívidos y narrativos, como una película interna, o fragmentarios y estáticos, apenas una idea fugaz.
En ocasiones, el soñador es consciente de estar soñando, lo que se llama sueño lúcido; otras veces, experimenta una falsa vigilia, creyendo haber despertado dentro de su propio sueño. Y a veces no recuerda nada, ni siquiera la sensación de haber tenido una experiencia onírica.
Esa variedad es precisamente uno de los grandes desafíos de la investigación del sueño. Hasta ahora, cada laboratorio aplicaba su propio método para registrar los sueños, lo que hacía difícil comparar resultados. El proyecto DREAM surge para unificar y estandarizar estos esfuerzos, creando un archivo común y abierto donde cada registro sigue el mismo formato y la misma clasificación:
-Experiencia, cuando el participante recuerda un sueño con contenido. Experiencia sin recuerdo, (los llamados sueños blancos), cuando se tiene la sensación de haber soñado pero sin detalles. Sin experiencia, cuando el sueño no recuerda nada en absoluto.

Desde los años cincuenta se sabe que los sueños son frecuentes durante el sueño REM, la fase en que los ojos se mueven rápidamente bajo los párpados y los músculos permanecen paralizados, pero estudios posteriores demostraron que también pueden aparecer en el sueño no REM, más profundo y lento.
Así, la vieja idea de que solo soñamos en REM ha quedado superada: según los datos de DREAM, el 85% de los despertares en fase REM van acompañados de un sueño recordado, pero también lo hacen entre el 40% y el 60% de los despertares en fases no REM. El nuevo análisis confirma una tendencia: cuanto más profundo es el sueño, menos probable es que aparezca una experiencia consciente.
El cerebro dormido que nunca se apaga
Según esta investigación, cuando soñamos, el cerebro atenúa su ritmo lento y se acelera ligeramente, acercándose al estado de la conciencia despierta. En palabras sencillas, el cerebro parece despertar un poco para generar la experiencia del sueño.
El mensaje de fondo del proyecto DREAM es tan sencillo como profundo: la conciencia no se apaga por completo cuando dormimos. Fluctúa, cambia de forma y puede reencenderse en mitad del silencio eléctrico de la noche. En ese vaivén entre la oscuridad y la lucidez, el cerebro sigue hablando aunque, a veces, solo él se escuche.
Fuente: Rex Molón