La primera astronauta española de la historia designada por la Agencia Espacial Europea
Redacción
—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno!
La sala del teatro permanece a oscuras, solo iluminada por los focos de varias cámaras de televisión. Los gritos comienzan de nuevo:
—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno!
De fondo, unos tambores que recuerdan a la banda sonora de 2001: Una odisea del espacio.
—¿Y si viene volando? —pregunta un niño de 12 años a otro.
En el patio de butacas, alguien ha vuelto a empezar una cuenta atrás. De pronto, se enciende un foco. Por las paredes del teatro sube un chillido ensordecedor. Un chillido propio de un concierto de Taylor Swift o de Bellingham posando después de un partido. Más de 600 gargantas de entre 5 y 18 años gritando mientras se abre la puerta de la sala y entra una mujer treintañera con el pelo en llamas que choca todas y cada una de las manos infantiles que se le tienden como tienden los creyentes los brazos a la Virgen.
La sala comienza a corear: ¡Sara, Sara, Sara! Ella, que ya ha llegado al escenario, manda besos al aire con las manos. Desde la primera fila, una clase entera de astronautas de un metro de altura con gorros de papel albal en la cabeza y mochilas forradas con el logo de la ESA, la Agencia Espacial Europea, la mira con veneración. Una niña lleva su foto impresa en un papel para pedirle después un autógrafo. Otra, con un conejito amarillo de peluche bajo el brazo, agarra una libreta con la imagen de Sara en la portada. En la contraportada, una frase de la propia Sara: “La curiosidad es un combustible que nos aproxima a destinos lejanos”. Firmado: Sara García Alonso. Sara la científica, la bióloga molecular, investigadora del cáncer. Sara, la que rompió los límites. Sara, la primera astronauta española de la historia. Astro Sara. Pocas veces ha tenido la ciencia española una estrella tan brillante.
Todo comenzó el 23 de noviembre de 2022. En realidad, todo comenzó mucho antes, pero fue el 23 de noviembre de 2022 cuando Sara temblaba detrás de una pesada cortina mientras al otro lado los ministros de Ciencias de toda la Unión Europea y un centenar de medios esperaban. Unos días antes recibió una llamada. “Hola, Sara. Soy Josef Aschbacher, ¿me recuerdas?”, dijo la voz del director ejecutivo de la Agencia Espacial Europea. Eran las nueve de la mañana y Sara caminaba a su puesto de trabajo de investigadora en el CNIO, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, cuando la voz que llamaba con prefijo francés le dijo que había sido seleccionada como astronauta de la promoción de la ESA de 2022. “En los próximos días, recibirás instrucciones para viajar a París. Debes mantener el secreto. No se lo cuentes a nadie. Bueno, se lo puedes contar a tu marido ya que has hablado tanto de él en las entrevistas…”, dijo la voz con una risita. Sara le mandó un wasap a Mario, su marido, y entró al laboratorio donde estuvo hasta las 17.30 enfocada en moléculas y fármacos contra el cáncer sin permitirse pensar en que estaba a punto de hacer historia.
Pero días después, ya en París y aguardando junto con Pablo Álvarez Fernández y 15 compañeros astronautas de otros países europeos a que la cortina se levantara, el peso de la historia se derrumbó sobre ella. “En la sala de espera, antes de salir al escenario, empecé a sentirme mal. Me puse muy muy nerviosa. Sentía ansiedad. Alguien me preguntó si estaba bien porque me puse muy blanca. Yo no dejaba de pensar: ¿es esto lo que quiero? Porque sabía que en cuanto se levantara la cortina, mi vida cambiaría para siempre. Y estaba a punto de suceder. La mujer de recursos humanos de la ESA nos dijo en ese momento: “Si alguien no se siente seguro de dar este paso, este es el momento de abandonar”. Me miraba a mí cuando lo decía. Y me di cuenta de que sí, iba a tener el valor de dar ese paso. Cambiarlo todo. Y allí me dije: si te quedas, ya no tiene sentido que te pongas nerviosa ni que dudes. Ahora esta es tu vida y debes dar lo mejor de ti”.
Sara se quedó y, en ese preciso momento en el que tomó la determinación y los focos la alumbraron por primera vez como astronauta de reserva española, nació Astro Sara. “Aquí no cabe la Sara de siempre, esa que se pone nerviosa o que duda o que tiene pánico a hablar. Estoy en mi papel y defiendo a la ciencia y a España y para eso no me sirve Sara. Astro Sara no puede permitirse estar con ansiedad porque su labor es demasiado importante”, confiesa después de una mañana de charlas en dos institutos de Murcia distintos en los que ha explicado con una dicción perfecta y calma absoluta la importancia de los experimentos científicos en el espacio.
Antes de la última charla, la figura de Astro Sara se impone como una celebridad cuya presencia está lista para ser exprimida. El alcalde quiere la foto para subirla a redes sociales; la concejala quiere la foto; la hija de la concejala también; la directora del colegio; la guía del museo; los profesores y los alumnos. Sara posa con una sonrisa perfecta, la espalda recta, la expresión impasible. Les da la foto. “Este es mi papel cuando estoy en un evento”, cuenta, y prosigue: “Cuando entro en casa vuelvo a ser Sara y no me acuerdo de Astro Sara ni hablo de ella”.
—Podría haber seguido siendo alguien que está fuera del foco aun después del anuncio.
—Sí, pero me pareció importante. Vi que tenía tirón en medios y quise aprovecharlo.
—¿Aprovecharlo para qué?
—Para poder divulgar la ciencia.
Fuente: elpais.