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    Perros vigilantes contra los grafitis en el Metro de Madrid

    Redacción

    Las razas son, mayoritariamente, pastor alemán, pastor belga y rottweiler: fuertes, corpulentas, muy activas y especialmente dotadas para la vigilancia. De día, son perros familiares, con las rutinas habituales de los canes. De noche, se ponen manos a la obra: un chaleco antitrauma, por si su «presa» tiene la intención de golpearlos, y un «bozal de impacto» que impide los mordiscos, pero no un fuerte golpe de su hocico contra el agresor. Todo ello con la presencia de un vigilante de seguridad que, habitualmente, es su dueño.

    Desde su puesta en marcha en 2021, el servicio de vigilancia con perros se ha convertido en una pieza clave para salvaguardar la integridad de los vagones del Metro de Madrid. Los trenes son «piezas» muy codiciadas por los grafiteros: un trofeo «fotogénico» del cual se puede presumir en redes sociales. En ocasiones, los actos vandálicos se realizan in situ, como ocurrió el pasado mayo, cuando un grupo consiguió detener un tren de la línea 6 y «grafiteó» todos los vagones. Sin embargo, también es habitual colarse en alguno de los recintos donde «descansan» los trenes: espacios en los que la Comunidad de Madrid lleva a cabo labores de mantenimiento, almacenamiento o limpieza. Vandalizan las vallas, realizan butrones… y son capaces de jugarse la vida, colgándose con cuerdas sobre catenarias que, en esos momentos, pueden alcanzar una tensión de 1.200 voltios.

    Es en esos puntos donde entran en juego los «caneros» y sus perros: un servicio que el Gobierno regional tiene la intención de reforzar. A tal fin, Metro de Madrid ha publicado recientemente la licitación de un nuevo contrato, que supondrá un incremento de las horas de prestación de estos vigilantes, además de adaptar su distribución en función de las necesidades. El valor estimado del mismo será de 5,2 millones de euros, que cubrirán dos años y otros dos de prórroga, más un 10% adicional por modificaciones de alcance.

    El dispositivo, explican fuentes del suburbano madrileño, estará compuesto por 40 equipos que se integrarán en la seguridad de 13 recintos de Metro, considerados «espacios clave» para el funcionamiento normal de la red. Con el nuevo contrato, se incrementará el número de horas de vigilancia en estas infraestructuras: ochenta al día, de modo que, de forma simultánea, siempre habrá vigilancia en ocho puntos.

    Y es que la estadística no engaña: donde hay perros, hay muchas menos intrusiones. Los canes son capaces de detectar a 200 metros cualquier presencia humana. Además, suponen toda una «alarma» viva: en caso de dar con alguien que no debería estar allí, los ladridos son lo suficientemente disuasorios como para evitar que el grafitero insista. No en vano, están entrenados para la detección preventiva de presencias no autorizadas y, además, no interfieren con el desempeño habitual de los empleados del suburbano.

    Por supuesto, los perros no son la única «pata» sobre la que descansa la seguridad de los trenes. Su labor es complementaria a otras tareas que ya realizan los efectivos que trabajan en los depósitos, como la supervisión de los circuitos de videovigilancia y el control de accesos. De hecho, y desde hace unos meses, se ha dotado a estos efectivos de espráis de defensa personal, con el objetivo de aumentar las herramientas disponibles

    Macrooperación

    La «travesura» ha acabado siendo un problema. El pasado mayo, y tras ocho meses de investigación, la Policía Nacional llevó a cabo una macrooperación: 29 personas fueron detenidas como presuntas autoras de un total de 287 grafitis en trenes. Estaban repartidas por distintas provincias, pero más de la mitad (18) pertenecían a Madrid. Estudiaban de manera detallada los horarios y las frecuencias de los trenes, tenían en cuenta la distancia de frenado y contaban con todo tipo de herramientas y llaves maestras.

    El perjuicio económico por los daños causados por los detenidos ascendía a casi un millón y medio de euros, según las investigaciones. Afortunadamente, esos daños no son permanentes, al menos en los vagones del Metro de Madrid. Estos trenes están recubiertos con un filme que evita que la pintura se impregne, de forma que, posteriormente, en un túnel de lavado especial para estos vehículos, puede retirarse con relativa facilidad.

    Fuente: La Razón