Este complemento, ideado en sus orígenes para cubrir las cabezas del sol, ha sido una de las prendas que más ha evolucionado con los años y se ha adaptado a todas las culturas del mundo
Redacción
Hoy casi en desuso en la vida diaria, sólo utilizado para ocasiones especiales o exigencias de protocolo, el sombrero ha sido una de las prendas que más ha evolucionado con los años. Su nombre proviene de una palabra procedente de la alteración de la voz latina umbra (sombra), en alusión a la naturaleza del uso al que este tocado estaba destinado.
Para remontarnos a los orígenes del sombrero hemos de mirar hacia las antiguas civilizaciones. Son las propias diosas de la fertilidad las que aportan una excelente prueba de ello. La Venus de Willendorf ya mostraba como las mujeres utilizaban una especie de redecilla para cubrir su cabello. Desde Egipto, Nefertiti, también lucía otro tipo de atuendos capilares, con el fin de crear distinción, notoriedad y elegancia, aunque uno de los más reconocidos antecedentes de este complemento fue el gorro frigio, oriundo de Frigia y Anatolia, tocado que fue utilizado por los griegos para simbolizar que todo aquel que lo portara era un esclavo al que se le había otorgado su libertad. En Grecia también surgieron el píleo (Pilleus) y el pétaso (Petasus), siendo el primer sombrero que tenía ala y colgaba a la espalda sujeto con un cordón.
El sombrero surge, por tanto en tiempos remotos, como una necesidad para protegerse del sol y la lluvia, principalmente entre el campesinado. Los primeros sombreros eran fabricados principalmente de fieltro y de lana. Eran generalmente blancos, como se representan en muchos vasos pintados que nos quedan de la antigüedad. Hasta Sófocles hace aparecer a Ismena, la más joven de las hijas de Edipo, adornada con uno de estos sombreros. Etruscos y romanos copiaron este accesorio e hicieron del sombrero una prenda muy popular.
El pilos griego conoció variantes en Europa, donde resurgió en ambientes universitarios a finales de la Edad Media: el denominado birrete cuadrado. En la Antigüedad grecolatina, la mujer raramente se cubría la cabeza, ya que sólo los hombres podían hacerlo, incluso dentro de los templos y palacios, costumbre que duró hasta el siglo XVI.
Pelucas y postizos
No obstante, el posterior abandono de esta prenda se debió a la proliferación de pelucas postizas y peinados elaborados que impusieron las cortes europeas, pues en tiempos de Carlos VI de Francia comenzaron a usarse sombreros pero solo para el campo. En el reinado de Carlos VIII se introdujo su uso en las ciudades pero tan solo en tiempo de lluvia. Y ya con Luis XI se habían generalizado más su uso y se llevaban en todo tiempo extendiéndose su uso a las naciones vecinas. Consta que Carlos IV de Francia llevaba sombrero de castor al hacer su entrada en Ruan en 1494. Este sombrero estaba forrado de terciopelo carmesí y llevaba en el remate una borla de hilo de oro.
Los nobles comenzaron luego a usarlos guarnecidos de plumas, cordones y otros adornos mientras el clero y la plebe continuaban llevando cofias o capirotes. Más adelante, el uso del sombrero fue generalizándose variando la forma, según la época.
El sombrero se ideó como una prenda exclusivamente masculina, aunque ya en el siglo XVIII las mujeres hicieron de esta industria todo un negocio de moda
Pero, aunque el sombrero comenzó como prenda exclusivamente masculina, posteriormente se lo apropiaron las mujeres. Fue en el siglo XVIII, cuando su uso y abuso entre las damas hizo de la industria de la sombrerería un negocio. Movilizó cuantiosos recursos y Milán se convirtió por entonces en centro manufacturero muy importante.
Tanto gustaban los sombreros que incluso el hombre volvió a utilizarlos. Y es que los usos sociales habían cambiado: ahora era necesario descubrirse la cabeza en las iglesias, dentro de recintos cerrados, en presencia de una dama o para iniciar el ademán del saludo.
Una nueva cortesía en torno al uso del sombrero se propagó por Europa y no era posible cumplimentar debidamente a una dama si se iba por el mundo con la cabeza descubierta. Acaso con aquel fin el conde de Derby creó el bombín, que por su apariencia fue dado en llamar sombrero hongo. Se trataba de una prenda de fieltro rígido, copa en forma de cúpula y ala estrecha y dura: a partir de aquel año nadie iba a las carreras de caballos sin él.
Evolución
Como toda prenda, el sombrero fue evolucionando, adaptándose a la nueva sociedad y a la moda. Sería John Etherington quien inventó el sombrero de copa el 15 de enero de 1797. Tuvo esta idea al ver cómo los caballeros saludaban a las damas ceremoniosamente apeando el bombín. Pensó que en la naturaleza del sombrero residía en gran parte el secreto del ritual salutatorio. Pero su creación causó mucho revuelo y la gente se reía de él cuando portaba tan estrafalario sombrero para la época.
Se produjeron tumultos, hubo lanzamiento de piedras, y fue tal el escándalo que el pobre John Etherington, reputado dandy, fue acusado de escándalo público y arrestado. El periódico The Times de Londres se hizo eco de la nueva prenda, que describía así: “Especie de negra y alta chimenea cuyo interés único está en lo ridículo de su aspecto y en la novedad. Seguro que no se venderá.”
El sombrero de copa era realmente una novedad llamativa: ala estrecha en relación con la altura exagerada de la prenda, aplanado en la copa y con una cinta negra alrededor. Pero, a pesar de las predicciones del The Times el invento se vendió muchísimo, y su creador no podía producir la prenda todo lo rápidamente que la demanda exigía. Ante el éxito, los franceses lo importaron e incluso pretendieron erigirse en padres de la criatura asegurando que había sido en París donde surgió la moda del altísimo sombrero.
Los franceses alegaban que en 1796, un año antes que Etherington saliera a la calle con aquel tubo de chimenea sobre la cabeza, ya un fabricante textil francés había diseñado algo parecido. El sombrero de copa no tardó en ser un éxito ya en la primavera de 1797. Para facilitar el transporte de tan singular pieza no servían las sombrereras existentes y se inventó el sombrero de copa de muelles, o clac. Cuya cualidad residía en que podía plegarse para ser llevado bajo el brazo en fiestas y saraos.
También los sombreros de señora evolucionaron. Las pamelas, llamadas así por la protagonista de una de las novelas del inglés Samuel Richardson, que utilizaba este tipo de sombrero de ala anchísima, fueron famosas en el siglo XIX y resurgieron a mediados del siglo XX.
Fedora
También el sombrero de mujer llamado fedora, de fieltro blando con el surco en el centro y ala flexible, debió su nombre a un personaje de comedia francesa de 1882, del dramaturgo Victorien Sardou. Una fedora con un velo y una pluma pasó a ser el sombrero más ansiado que una dama podía lucir mientras paseaba por los jardines en bicicleta. Invento de moda que a finales del siglo XIX causaba furor.
No obstante, desde el famoso bicornio de Napoleón Bonaparte, al bombín, pasando por sombreros como el de Sherlock Holmes, el gat coreano y el sombrero de cloché de las flappers, ha habido multitud de diseños para cubrir y adornar la cabeza a lo largo del tiempo, aunque fue en algún momento del siglo XX cuando dejaron de utilizarse, y de hecho lo transgresor ahora es usarlos. Según cuenta la experta en historia de la moda, Karolina Zebrowska, “fue un siglo revolucionario para la moda en muchos sentidos, pues la ropa pasó de ser hecha a mano y producida meticulosamente a fabricarse mediante producciones masivas y minimalistas, y muchas prendas se perdieron por el camino, como los sombreros”.
La Primera Guerra Mundial supuso un punto de inflexión para el sombrero, que se relegó a usos muy específicos por ser poco práctico
Según explica, el punto de inflexión fue la Primera Guerra Mundial. En una época en la que las mujeres tenían que trabajar como enfermeras atendiendo a soldados heridos, en el campo o en fábricas, los sombreros parecían poco prácticos. A pesar de ello, no se dejaron de utilizar en aquel momento, más bien al contrario: algunos de los diseños más ‘locos’ surgieron en esa época.
Después, el sombrero ha sufrido altibajos en lo que al favor que el público ha querido dispensarle se refiere. Pero es prenda de tal atractivo y fuerza, que en el momento menos pensado puede reaparecer y convertirse en pieza indispensable para una nueva moda.
Fuentes: Curiosfera y El Confidencial