Han pasado de ser agricultoras de algas con dificultades a acuicultoras de éxito
Redacción
Temprano por la mañana, cuando la marea se retira, Zulfa Abdallah se ata bien el pañuelo alrededor de la cabeza. Se ajusta las gafas, se coloca un tubo de buceo en la frente y se adentra en las aguas, que le llegan hasta el pecho, frente a su aldea, Jambiani, en la costa de Zanzíbar.
El océano Índico es ahora su medio de vida, sus olas ofrecen un salvavidas a mujeres como ella que se enfrentan a los desafíos de la pobreza y el cambio climático.
Hace años, Abdallah habría estado transportando pesados fardos de algas llenas de sal. El cultivo de algas había sido durante mucho tiempo un salvavidas para las mujeres costeras de Zanzíbar, pero el aumento de la temperatura de los océanos ha hecho que los cultivos de algas se hayan vuelto casi imposibles.
En su lugar, las acuicultoras han recurrido a las esponjas marinas. «Es un cultivo milagroso que me ha devuelto la vida», dijo Abdallah un sábado por la tarde mientras inspeccionaba las esferas porosas que colgaban de cuerdas de polietileno de su granja submarina. «Se necesita paciencia y cuidado, como criar a un bebé. Y, al igual que con los niños, se recibe mucho a cambio», añadió.
A sus 34 años, Abdallah, madre divorciada de dos hijos, lleva cuatro años cultivando esponjas, aprendiendo el oficio a través de programas de formación dirigidos por Marine Cultures, una organización suiza sin ánimo de lucro.
Su granja es una red de cuerdas suspendidas entre boyas flotantes, cada una de ellas salpicada de esponjas porosas que se balancean suavemente con las corrientes. Cada esponja debe ser limpiada, vigilada y protegida contra los depredadores. Es un trabajo duro, pero le ha cambiado la vida.
NUEVO COMIENZO
Abdallah llegó a ganar menos de 30 dólares al mes con el cultivo de algas, apenas lo suficiente para mantener a su madre y a sus hijos. Ahora, el cultivo de esponjas triplica sus ingresos. Ha renovado la casa de su madre, ha comprado muebles nuevos y ha ahorrado dinero para comprar su propia parcela de tierra.
«Muchas mujeres de aquí dudaban al principio por miedo o por tradición. Pensaban que estaba perdiendo el tiempo», dijo, recordando las primeras dudas de sus vecinas.
Se necesita paciencia y cuidado, como criar a un bebé
ZULFA ABDALLAH
Durante la última década, Marine Cultures ha formado a una docena de mujeres en Jambiani para cultivar esponjas marinas, proporcionándoles las herramientas y los conocimientos necesarios para pasar de ser agricultoras de algas con dificultades a acuicultoras de éxito.
Estas mujeres son pioneras, y se enfrentan a los retos de una nueva industria y a las expectativas sociales de una comunidad conservadora y patriarcal. «Durante mucho tiempo, se nos dijo que el lugar de las mujeres estaba en casa», dijo Nasir Haji, uno de los formadores que participan en el programa. «Estas mujeres han demostrado que pueden trabajar y obtener buenos ingresos para sus familias», confirmó.
De vuelta en tierra, las mujeres se reúnen en un pequeño centro de procesamiento para preparar sus esponjas para el mercado. Limpian, clasifican y empaquetan cada una de ellas, y sus risas y charlas llenan el aire salado. Cada esponja lleva una etiqueta: «Cultivada de forma sostenible en Zanzíbar».
Fuente: ipsnoticias y azulzero