Redacción
Ousseynou Gueye nació en Dakar, la capital del Senegal. Tiene 53 años y hace doce meses que pudo abrir su propia tienda en Ourense. Es sastre. Su padre era modisto y trabajaba en una fábrica cosiendo. Así fue como Ousseynou conoció el oficio. «Cuando él se murió yo era joven, pero siempre me gustó la costura y la gente que trabajaba con él me enseñó a coser. Tenía 15 años y recuerdo que salía de la escuela e iba directamente al taller con mi padre», explica.
Ousseynou consiguió montar una tienda en Dakar. Con éxito, afirma. Pero cuando cumplió los 40 años recibió la llamada de un compatriota en Madrid que cambió su vida. «Me dijo que me viniera a España que podíamos montar algo grande. Le hice caso pero cuando llegué todo era mentira. No pude regresar, tenía una visado de 15 días y lo había vendido todo», relata. Así comenzó la segunda parte de su vida.
La gente aún se sorprende al verme detrás de la máquina de coser
De Madrid partió a A Coruña. Un amigo lo animó a probar suerte. Hizo de todo para sobrevivir. La Fundación Juan Soñador lo apoyó y le dio una vivienda. «Me dijeron que solo podía estar un mes, pero que en Ourense sería por más tiempo. Así llegué aquí», relata. Se instaló en la casa de acogida en la ciudad de As Burgas. «Ellos me daban de comer, me lavaban la ropa, todo», recuerda. Empezó trabajando como temporero hasta que alguien le preguntó qué sabía hacer. «Dije que coser, me regalaron un máquina y me montaron un pequeño taller en la parte alta de la casa. Hacía cosas pequeñas y me buscaron a alguna persona con la que trabajar», cuenta Ousseynou. En aquel momento no tenía papeles.
Gracias a pequeños trabajos —cuidando ganado en Laza o en Nogueira de Ramuín—, consiguió ahorrar dinero y alquiló una vivienda junto a un amigo. «Hice de todo», recuerda entre risas. Allí hacía pequeños arreglos. Iba avanzando poco a poco. Cuando regularizó su situación, todo cambió.
Ousseynou comenzó entonces a trabajar con una modista de la ciudad, gracias a la intermediación de un amigo. «Me vino a buscar a Luíntra [en Nogueira] y me llevó a su taller. Me hizo una prueba y quiso contar conmigo y hacerme un contrato». Fueron tres años. Tras pasar por otros talleres y seguir con los arreglos en casa, decidió dar el salto. «Con lo que había ahorrado pude comprar una máquina de coser nueva», dice orgulloso.
No es habitual encontrar a un hombre frente a un negocio como este. «El primer mes tuve un poco de miedo, no sabía cómo me iba a ir. Pero estoy muy contento», afirma. Entre risas cuenta, cómo fueron esos primeros tiempos. «Como soy hombre y negro, tuve que cambiar la máquina y ponerla a la vista para que cuando entrara la gente no se asustaran al verme de repente. Alguna incluso me preguntaba dónde estaba mi jefa. La gente pasaba y me veía por el escaparate coser y se quedaban sorprendida. Yo lo notaba desde dentro».
El boca a boca ha sido su mejor publicidad. Además de arreglos, hace ropa a medida. También recicla prendas usadas para confeccionar desde gorros a mochilas. Espera jubilarse en Ourense pero regresará a Senegal. Allí esta su familia, su mujer y sus tres hijos. «He podido ir a verles, pero quiero ahorrar lo máximo posible para volver», relata. Ninguno de los tres sigue sus pasos ni los de su padre. «Ellos están muy contentos, estudiando lo que quieren gracias a mi trabajo. Me gustaría que cosieran, pero que hagan lo que quieran».
Fuente: lavozdegalicia