Sign Up To The Newsletter

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit, sed diam nonummy nibh euismod tincidunt ut laoreet

    “Lo que más necesitan las personas migrantes recién llegadas es hablar”

    Los senegaleses de Calella se organizan para ayudar a los migrantes recién llegados a Cataluña

    Redacción

    “Más que la pasta de dientes o la crema hidratante, lo que más necesita la gente recién llegada es hablar”, explica Keba Sadio. Desde hace unos meses, este marinero del Náutico de Sant Pol tiene una doble vida. Más allá de su jornada laboral, dedica una parte de sus ratos libres a echar una mano a los senegaleses que acaban de llegar desde Canarias.

    Muchos de ellos se encuentran en hoteles de Calella y Pineda de Mar, y él se ha coordinado con los senegaleses que llevan años afincados en Calella, donde el 5% de la población es de origen africano: les llevan ropa, dentífrico o artículos de higiene básica.

    A través del boca-oreja y el WhatsApp, decenas de personas se han organizado para echar una mano a sus compatriotas. Hace menos de seis años, Sadio era uno de ellos. Él, que ya supera la treintena, vino también en patera, pero haciendo una ruta mucho más larga por el desierto.

    1400 euros y tres semanas. Ese fue el coste en dinero y en tiempos que tuvo el viaje de Sadio, que pagó la organización del viaje desde Dakar, la capital de Senegal. Su periplo le llevó en varios transportes, desde el bus hasta el 4×4, por Mali, Burkina Faso, Níger y Libia.

    Tras atravesar el Mediterráneo, terminó en Italia, donde vivió durante dos meses en Sicilia. Fue en el país transalpino donde Sadio se derrumbó: triste, quería coger su pasaporte y volver a casa, en Senegal. Una larga llamada con su madre le hizo cambiar de idea: “Me animó y dio las fuerzas para seguir adelante”, dice. La frontera entre Italia y Francia la cruzó dentro de un maletero, y acabó llegando a Barcelona en autobús desde Marsella.

    Ahora manda 500 euros mensuales a su familia y tiene los papeles en regla, pero su camino hasta la situación actual no fue fácil: sin papeles, trabajó en la agricultura por 300 euros al mes y combinó la venta ambulante en verano con un trabajo en una tienda durante el invierno.

    GOLPE DE SUERTE

    El primer sueldo que ganó en la agricultura se lo gastó en comprar los productos que vendería por la calle. Fue en un golpe de suerte, cuando trabajaba en el paseo marítimo de Santa Susanna, que conoció a la persona que le acabaría ofreciendo el trabajo que tiene actualmente: “No me arrepiento, de haber venido. En Senegal trabajaba distribuyendo gasolina en negro y vendiéndola a pequeños establecimientos, y no ganaba suficiente dinero –recuerda– Te pasabas el día trabajando y no podías satisfacer las necesidades básicas de tu madre y tus hermanas; una visita al hospital”, dice.

    El sueño de cualquier persona es quedarse en casa

    KEBA SADIO

    Fueron los contactos de otros senegaleses en Catalunya y el apoyo inicial de su hermana, que vive en Granollers, lo que le salvó en sus momentos más bajos. A él le apoyó Ibrahim, con quien se desahogaba hablando cuando no tenía un trabajo estable ni papeles. Hoy, Sadio quiere asumir ese rol con los recién llegados. Por eso acude, casi todas las tardes, al hotel donde viven los recién llegados: “Lo que más les preocupa es la cuestión de los papeles, pero yo siempre les digo que no se obsesionen con esto, que todo es un proceso”.

    La presión familiar es uno de los aspectos clave para entender estos periplos, y ha desempeñado un rol central incluso en algunas de las novelas publicadas por los autores del país. En Las que esperan, la autora senegalesa Fatou Diome explicaba los sentimientos de las familias que se quedan atrás en Senegal, poniendo el foco en las mujeres que tienen maridos en el extranjero, pero también en las madres con hijos en la diáspora.
    Esto crea una particular competencia entre las que tienen y las que no: unas pueden mostrar el éxito económico como un éxito personal, y esto presiona a las familias que deben soportar la pobreza mientras sus vecinos cada vez viven mejor. Este peso recae en los hijos mayores, habitualmente varones. “Tenía mucha presión para llevar dinero a casa”, explica Alseyni, que después de un rato de entrevista marcha porque tiene una cita con Cruz Roja.

    Fuente: ara.cat