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    ¿Por qué lloramos de alegría?

    Un estudio revela que el 68% de las personas experimentan esta emoción al menos una vez al mes

    Redacción

    Las lágrimas suelen interpretarse como un signo de tristeza o dolor, pero no es raro llorar en los momentos más felices de la vida: bodas, nacimientos, reencuentros, triunfos deportivos o incluso un simple gesto de bondad inesperado. Estas “lágrimas de felicidad” parecen contradictorias, pero ofrecen una perspectiva fascinante sobre cómo el cerebro humano gestiona las emociones intensas.

    Llorar es una respuesta biológica compleja a la sobrecarga emocional y no distingue entre sentimientos positivos y negativos. Ya sea provocadas por el dolor o la euforia, las lágrimas suelen resultar cuando nuestro cerebro intenta procesar más de lo que puede gestionar en el momento.

    Tanto las emociones positivas como las negativas activan el sistema límbico, la parte del cerebro encargada de procesar los sentimientos y la memoria. Dentro de este sistema, la amígdala (un conjunto de neuronas con forma de almendra) actúa como una alarma emocional, detectando la excitación y enviando señales al cuerpo para que responda.

    Cuando se estimula intensamente, la amígdala activa otras áreas cerebrales, como el hipotálamo, que controla funciones físicas involuntarias como el ritmo cardíaco, la respiración y la producción de lágrimas.

    Otra estructura clave es la corteza cingulada anterior, que desempeña un papel en la regulación emocional, la toma de decisiones y la empatía. Ayuda a coordinar la respuesta del cerebro a los conflictos emocionales, como experimentar alegría y tristeza simultáneamente.

    Estas vías superpuestas explican por qué una oleada repentina de felicidad puede producir una reacción típicamente asociada con la angustia.

    EQUILIBRIO

    Los científicos creen que el llanto de alegría es una forma de homeostasis emocional: una manera de recuperar el equilibrio tras una euforia emocional.

    Llorar activa el sistema nervioso parasimpático, que ralentiza el ritmo cardíaco y relaja el cuerpo tras el pico de adrenalina de una emoción intensa. En otras palabras, las lágrimas nos ayudan a tranquilizarnos. Esta idea de “reinicio” no es exclusiva de la felicidad. Llorar en respuesta al estrés o al trauma cumple una función similar.

    Lo sorprendente del llanto de alegría es cómo ilustra el esfuerzo del cuerpo por equilibrar fuerzas opuestas: alivio tras el miedo, gratitud tras las dificultades, orgullo tras la lucha.

    Estas mezclas emocionales también involucran los sistemas de memoria, en particular el hipocampo, que procesa y recupera la historia personal. Por eso, un momento de alegría puede, inesperadamente, causar un nudo en la garganta: activa recuerdos de pérdidas, dificultades o anhelos previos.

    Fuente: bbc.com