El Gobierno y organizaciones internacionales empujan para generalizar los partos en los centros médicos pese a la falta de ambulancias y recursos
Redacción
Las gallinas campan a sus anchas en una pequeña comunidad rural a las afueras de Monrovia, la capital de Liberia. En un lado del porche, una mujer lava la ropa; en el otro, su prima calienta una olla de comida. Y de un lado a otro va Cherrypina, que no llega a los dos años, y juega vestida de rosa con su andador. Ella nació en el hospital, explican sus familiares, que añaden que se está tratando de concienciar a sus vecinos para que hagan lo mismo.
Las guerras civiles que arrasaron Liberia, y la epidemia de ébola que hizo estragos en el país entre 2014 y 2016, impactaron en el sistema sanitario y en la disponibilidad de personal médico debidamente formado. La atención materno-infantil fue una de las áreas más afectadas.
La mortalidad materna ha disminuido en Liberia, de acuerdo con datos de la Encuesta de Demografía y Salud del país, que mide indicadores sanitarios en periodos de siete años. Las tasas de mortalidad de recién nacidos aumentaron de 24 por cada 1.000 nacidos vivos en 2013 a 37 en 2020 antes de mejorar ligeramente a 30 por cada 1.000 en 2022.
En el caso de las madres, las principales causas de mortalidad son la hemorragia posparto, la eclampsia (una complicación del embarazo en la que la mujer presenta presión arterial alta), la sepsis y el parto obstruido.
Palmira Aguilar Vergara, especialista en movilización de recursos de Unicef Liberia, explica que estos problemas se agravan por “cuellos de botella estructurales” relacionados con los recursos asignados a los servicios de salud materna, neonatal e infantil. “Esto da como resultado una infraestructura insuficiente, una escasez de personal sanitario capacitado y una disponibilidad limitada de medicamentos”, afirma Aguilar.
En el centro médico RCD Marshall, en Monrovia, realizan unos 20 partos al mes. Es solo una media. Aquí no trabajan médicos. Annie L. Mulbah tiene 37 años, es comadrona y una de las responsables del lugar. Muestra una cama de partos destruida y carcomida. Se estropeó hace seis meses, pero no hay dinero para una nueva. No tienen ecógrafos, solo usan el doppler (para realizar una ecografía con ultrasonido) y con los pocos medios hacen el seguimiento de las mujeres de la comunidad que se quedan embarazadas hasta el parto y el posparto.
SENSIBILIZAR
“Trabajamos con las comadronas tradicionales para que vengan al centro y traigan a sus pacientes. No tenemos ni siquiera una ambulancia”, explica. Y, sin embargo, cada vez más mujeres se acercan al centro médico. Es una prueba de que los esfuerzos llevados a cabo durante años para sensibilizar a la población de la importancia de dar a luz de forma segura poco a poco van calando.
La clave reside en la figura de la comadrona. El trabajo de los promotores de salud comunitarios, que van de una aldea a otra sensibilizando sobre la importancia de hacer seguimiento prenatal del embarazo y explicando las complicaciones que pueden darse durante el parto o en los momentos posteriores al mismo, es otro de los factores para reducir la mortalidad materna, subrayan los expertos.
El papel de las parteras tradicionales ha pasado ahora a ser la promoción de la salud comunitaria
ELISABETH TAMBA
Mary Kloigh trabaja como TTM (Trained Traditional Midwife o comadrona entrenada) y considera que “Si tú vienes a pedirme a que te ayude a dar a luz y yo veo que ese parto puede ser complicado, te voy a decir: ‘No, mamá, tú no vas a dar a luz aquí, tú vas a ir a dar a luz en el hospital”, describe Kloigh, que apunta 1982 como el año en que se empezó a fomentar los partos en los hospitales.
Elizabeth Tamba, matrona y supervisora de matronas de Médicos Sin Fronteras (MSF). “El trabajo con las comadronas entrenadas es imprescindible porque ellas son las que están en las comunidades y son un pilar en las mismas; ellas son el enlace. Por eso trabajamos juntas y es importante que reciban la formación adecuada”, detalla Tamba.
Fuente: elpais.com