Leer favorece la concentración y la empatía, alimenta la imaginación, modifica (para bien) el cerebro, nos hace progresar y nos prepara para el éxito: ¡larga vida a los libros!
Cristina Fernández / Noticias Positivas
Hay fechas del año en que se conmemoran acontecimientos más o menos importantes para la humanidad pero uno de mis favoritos es el que se conmemora el 23 de abril, el Día Internacional de Libro, porque justo alrededor de esta fecha murieron tres grandes de la literatura universal: Miguel de Cervantes (murió el 22 de abril y fue enterrado el día 23), William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.
El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa afirma que aprender a leer es lo más importante que le pasado. “Casi 70 años después recuerdo con nitidez esa magia de traducir las palabras en imágenes”. Y es cierto, la fascinación de los libros y la lectura es como vivir mil vidas antes de morir, mientras la persona que nunca lee vive solamente una.
Qué hubiera sido de miles de personas durante estos meses pasados, confinados en espacios cerrados, si no hubiera sido por la Cultura y sobre todo por los libros, ese objeto en papel que nos ha acompañado varias horas cada día permitiéndonos volar y que nos hicieron sentir que tal vez no estábamos tan solos.
Alguien dijo que no hay entretenimiento tan barato como la lectura, ni ningún placer tan duradero, y es muy cierto. A casi todo el mundo le gusta viajar pero no todos pueden por motivos económicos. Ahora bien, nadie puede decir que un libro sea un objeto caro porque no lo es. Y además, no hay que olvidar que existen las bibliotecas, esos lugares generalmente silenciosos y diáfanos que nos acogen y ofrecen la posibilidad de quedarnos a leer o llevarnos el libro a casa.
En un día como hoy queremos rendir homenaje a esos héroes que con gran sentido de responsabilidad y amor a la lectura han creado bibliotecas ambulantes para llevar los libros hasta los rincones más recónditos del planeta.
De la lectura de los primeros jeroglíficos esculpidos en piedra a la de la tinta de los pergaminos, o a la lectura digital, el hábito lector ha discurrido de la mano de la historia de la humanidad. Si la invención de la escritura supuso la separación de la prehistoria de la historia, la lectura descodificó los hechos que acontecían en cada época. Los primeros que leyeron con avidez fueron los griegos, aunque fuesen sus esclavos quienes narraban en voz alta los textos a sus amos. Siglos más tarde, la lectura se volvió una actividad silenciosa y personal, se comenzó a leer hacia el interior del alma. “Los grecolatinos vinculaban la lectura a la lista de actividades que había que hacer cada día”, sostiene el exministro Gabilondo y autor del reciente ensayo Darse a la lectura (RBA). “Convirtieron el pasatiempo en un ejercicio: el sano ejercicio de leer”. Fueron los romanos quienes acuñaron el “nulla dies sine linea” (ni un día sin [leer] una línea).
En este preciso instante, mientras usted lee este texto, el hemisferio izquierdo de su cerebro está trabajando a alta velocidad para activar diferentes áreas. Sus ojos recorren el texto buscando reconocer la forma de cada letra, y su corteza inferotemporal, área del cerebro especializada en detectar palabras escritas, se activa, transmitiendo la información hacia otras regiones cerebrales. Su cerebro repetirá constantemente este complejo proceso mientras usted siga leyendo el texto.
Además de alimentar la imaginación y favorecer la concentración, la lectura ayuda a mejorar algunas habilidades sociales, como la empatía. Un ávido lector rápido aprende a identificarse con los personajes de las historias que lee y está más dispuesto a abrirse a otras vidas.
Con los libros a cuestas
No queremos dejar pasar este día tan importante sin recordar la iniciativa de Luis Soriano, licenciado en Español y Literatura y creador del Biblioburro en 1997. Desde entonces recorre a diario los campos del departamento de Magdalena en Colombia, para llevarles a los niños los libros. Lo hace con dos compañeros muy especiales Alfa y Beto, sus dos burritos.
En la zona no hay acceso a internet ni bibliotecas así que Luis, Alfa y Beto van parándose en las comunidades por las que pasan para prestar libros y recoger los que han prestado anteriormente.
Biblioburro, que tiene como objeto incentivar la lectura en los niños ya tiene 20 años y ha tenido un importante crecimiento, en el que ha participado el gobierno, a través de su plan lector, y la empresa privada.
Compartimos este vídeo donde podrán conocer mejor cómo es esta magnífica iniciativa.