Redacción
La historia ubica el nacimiento de este bello arte japonés a finales del siglo XV, cuando el Shogun en turno, Ashikaga Yoshimasa envió a China a reparar su chawan, (tazón especial para la ceremonia del té), el cual desafortunadamente se había roto. Al cabo de algunos meses el tazón fue enviado de regreso al Shogun quien se llevo una gran sorpresa y decepción al ver el trabajo realizado ya que el tazón fue reparado con unas nada estéticas grapas metálicas, haciendo todo el conjunto desagradable a la vista. Al no quedar conforme con ello y queriendo recuperar su tazón busco por Japón artesanos que le ofrecieran una mejor solución. El trabajo resultante, junto con la importancia de la ceremonia del Té contribuyeron al surgimiento una nueva técnica de reparación que termino convirtiéndose en el verdadero y hermoso arte que es hoy en día.
Se sospecha que algunos objetos han sufrido “accidentes premeditados” en el que se han roto (de forma intencionada o de manera estratégica) cerámicas para poder engalanarlas con el Kintsukuroi.
La técnica del Kintsugi o Kintsukuroi consiste en unir piezas mediante laca Urushi de origen japonés (hecha de resina del árbol Urushi que solo se encuentra en Asia), y rociada con polvo de oro, plata o platino,usando un pincel de kebo o makizutsu. Esta resina es usada también para trabajos de lacado en madera, por ello la técnica de restauración no solo se utiliza con piezas de cerámica, sino que también con madera.
Al termino del proceso la pieza vuelve a la vida si cabe aún más bella, repleta de cicatrices resplandecientes.
Entre la afanosa muchedumbre de metáforas que relacionamos con la vida, la de la cicatriz es una que nos atañe a todos. El mundo se encarga de agrietarnos, de llenarnos de fisuras, y es allí donde reside para nosotros un crisol de posibilidades; la cicatriz se convierte en una ocasión para enfrentarnos al mundo. Mas nadie ha planteado esta metáfora con tanta belleza, con tanta claridad, como los japoneses en el arte kintsugi (o kintsukuroi).
El kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Así, al poner de manifiesto su transformación, las cicatrices hiembellecen el objeto.
El poeta Rumi decía que “la herida es el lugar por donde entra la luz”.
En esta filosofía hay algo casi diametralmente opuesto a la manera occidental de ver la fractura, tanto anímica como material. En lugar de que un objeto roto deje de servir y lo desechemos, su función se transforma en otra: en un mensaje activo. El objeto roto pasa de ser una cosa a ser un gesto gráfico que nos incita a emular su poderosa transformación, y, metafóricamente, la herida pasa de ser un trazo de oscuridad a ser una ventana de luz.
El kintsugi es silencioso y manifiesto. Solo el trazar un incidente doloroso con polvo de oro es aceptarlo como una alhaja, como una raya luminosa en la piel del tigre.
El wabi-sabi es una belleza comedida que existe en lo modesto, rústico, imperfecto o incluso lo decaído, una sensibilidad estética que encuentra una belleza melancólica en la impermanencia de las cosas.
Fuente: http://culturainquieta.com / http://elartedelkintsugi.co