El industrial saharaui Taleb Brahim ha conseguido hacer crecer pequeños espacios verdes en medio de esa tierra inhóspita
Redacción
Después de casi cinco décadas en el sur de Argelia, en un terreno duro y pedregoso donde apenas hay agua, a la población saharaui no le ha quedado más remedio que buscar soluciones para no depender de una ayuda internacional cada vez más escasa
Taleb Brahim, ingeniero agrónomo saharaui que se crió en los campamentos, estudió ingeniería agrícola en Siria y permacultura en Turquía, y regresó después para aplicar esos conocimientos. Cuenta que el camino no ha sido fácil, no solo porque disponen de pocos medios, sino porque cambiar la mentalidad de la gente en los campamentos, donde reciben una cesta básica de alimentación que les facilita la Media Luna Roja Saharaui independientemente de que trabajen o no, “es muy complicado”.
Sin embargo, el hecho de poder tener recursos gracias a los huertos “da un valor extra al trabajo”, explica Brahim, bajo la sombra de una jaima en Ausserd, uno de los cinco campamentos de refugiados en Tinduf, donde el sol ya en mayo es abrasador. “Queremos ser independientes, tener nuestro propio Estado, pero si solo recibimos ayuda alimentaria de la comunidad internacional, es justo lo contrario de ser independientes”.
Brahim soñaba con crear esos huertos y no desistió, por lo que después de muchas pruebas, y en colaboración con varias ONG, logró llevar a cabo experimentos innovadores en hidroponía de baja tecnología para producir forraje verde y otros cultivos como la cebada.
De este regadío hidropónico, un sistema que permite cultivar sin tierra, se benefician actualmente alrededor de 1.000 familias en los campamentos de refugiados, según explica el ingeniero. “No hemos inventado nada nuevo, pero hemos hecho que todas esas técnicas sean de baja tecnología y baratas para poder utilizarlas en estas condiciones y para que sean fácilmente replicadas en otras partes del mundo”.
Brahim está actualmente trabajando en técnicas de hidroponía para la producción de hortalizas, proyectos más ambiciosos como las cúpulas verdes, unos pequeños invernaderos circulares que se cubren con plantas resistentes para que puedan crecer los cultivos en el interior. “Lo que hacemos con este sistema es crear un microclima, un ambiente más húmedo para que puedan crecer alimentos”, explica de forma pausada. Su objetivo es que cada familia en los campamentos pueda tener una de estas cúpulas verdes.
Aquí todo comienza con una pequeña idea loca
TALEB BRAHIM
“Mi sueño es que cada familia tenga su propia cúpula, es una idea loca, pero cuando consigamos tener cinco o seis, se convertirá en algo real y así podré convencer a más gente de que es posible. Aquí todo comienza con una pequeña idea loca, como ocurrió con los huertos, y luego la gente lo va aceptando, así que esperemos que en futuro podamos llegar a más personas”, dice esperanzado.
De hecho, confía en que este verano puedan estar listas las primeras cuatro cúpulas verdes para las familias más necesitadas. “Necesitamos dar la oportunidad a la gente de ser productores, de ser miembros activos de esta sociedad”, concluye. Y si no pueden conseguir fondos internacionales, lo harán con sus propios recursos, “tal vez de la provenientes de la diáspora”, pero, en cualquier caso, del pueblo saharaui. Una señal más de resistencia.
Fuente: infobae.com