La flora intestinal es clave. Consumir 30 gramos de fibra al día previene la pérdida de células nerviosas
Redacción
Nuestro cuerpo influye en nuestro cerebro mucho más de lo que se creía. Los científicos han descubierto doce enemigos evitables que eliminarían el 40 por ciento de los casos de demencia, incluido el Alzhéimer.
El alzhéimer es una de las enfermedades más temidas. Afecta a nuestro órgano más valioso: el cerebro. Las células nerviosas de la corteza cerebral van desapareciendo y, con ellas, la capacidad cognitiva y nuestros recuerdos. Los científicos defienden ahora que el alzhéimer y muchas otras enfermedades neurodegenerativas no son algo repentino; el deterioro se desarrolla durante décadas y se inicia en regiones alejadas del cerebro. Han descubierto que hay elementos externos que desempeñan un papel clave en cómo será nuestra mente en la vejez. Y que esos factores de riesgo pueden evitarse.
En un artículo de la revista The Lancet, 28 expertos establecieron doce factores evitables que pueden dañar el cerebro: presión arterial alta, tabaquismo, obesidad, bajo nivel educativo, diabetes mellitus de tipo 2, inactividad física, pérdida de audición, aislamiento social, consumo excesivo de alcohol, depresión, lesiones cerebrales traumáticas y contaminación del aire. Estos factores de riesgo son responsables en conjunto del 40 por ciento de los casos de demencia del mundo, según el informe de The Lancet.
La doctora Daniela Berg y su equipo vigilan sobre todo cómo actúa la alteración de la flora intestinal en este proceso. «Si el equilibrio de los microbios se pierde por una mala nutrición, por contaminantes o por el uso frecuente de antibióticos, se producen cambios en la pared intestinal y se desencadenan procesos inflamatorios que contribuyen a que los contaminantes entren en el sistema sanguíneo, lleguen hasta el cerebro y puedan producir enfermedades neurodegenerativas».
Y, entonces, ¿qué pasaría si el cerebro estuviera protegido frente a estos doce enemigos? Los especialistas han dado la respuesta. Alrededor del 40 por ciento de las demencias nunca se daría o aparecería mucho más tarde, escriben. Un estilo saludable de vida no es una garantía total, pero sí una oportunidad científicamente probada de mantener un cerebro sano a medida que envejecemos. Más del 30 por ciento de las personas de 90 años padece demencia en la actualidad, y eso es una mala noticia. Pero la buena es que un 70 por ciento no la tiene y que si se aplicaran los nuevos hallazgos esa proporción podría aumentar.
El cerebro: menos blindado de lo que se pensaba
Ninguna parte de nuestro cuerpo está tan protegida como el cerebro. Pesa 1,3 kilos aproximadamente y cuenta con unos 86.000 millones de células nerviosas. Además, está rodeado por una coraza: tres meninges y un casquete óseo de 5 milímetros de espesor. Por si fuera poco, flota en el líquido cefalorraquídeo para amortiguar los impactos. Y no solo eso; una barrera especial lo protege del resto del cuerpo: la barrera hematoencefálica, una serie de células de la pared de los vasos sanguíneos que mantiene alejados de nuestro encéfalo a muchos patógenos y contaminantes. Sin embargo, este baluarte no está tan sellado como se pensaba. Cerebro y cuerpo viven entrelazados, se leía recientemente en Nature.
Durante el sueño se activa el sistema glinfático, una especie de triturador de desechos. Dormir es fundamental
La flora intestinal no es el único factor que puede producir cambios patológicos en nuestro cerebro; la inflamación crónica del tejido adiposo aumenta la probabilidad de que se pierdan células nerviosas; la diabetes mellitus de tipo 2 atasca los vasos sanguíneos de la cabeza; y las arterias coronarias calcificadas están relacionadas con un mayor riesgo de demencia. Toda esta interacción cerebro-cuerpo, cuya importancia se ha reconocido recientemente, está dando lugar a un nuevo enfoque. «Si algunas enfermedades cerebrales comienzan fuera del cerebro –dice Nature–, entonces las terapias para estas enfermedades tal vez podrían venir de fuera del cerebro».
¿Se puede ayudar a los enfermos tratando los intestinos en lugar del cerebro? Eso es lo que recientemente intentaron hacer investigadores belgas. Implantaron en 21 pacientes con párkinson una muestra de heces de donantes sanos que contenían muchas bacterias intestinales. Para ello mezclaron las heces con una solución salina para formar una mezcla líquida que pasaron a través de un tubo por la nariz del paciente hasta sus intestinos. Las bacterias intestinales beneficiosas debían instalarse en el intestino receptor y normalizar nuevamente la flora. Un año después, los científicos examinaron hasta qué punto habían cambiado los síntomas del párkinson.
El resultado: en comparación con las 22 personas de control, los receptores se sintieron mucho mejor, temblaban menos y sufrían menos estreñimiento. Según los biólogos del experimento, el trasplante fecal es una forma rentable de mejorar la calidad de vida de millones de personas con párkinson en todo el mundo. El sufrimiento podría evitarse incluso por completo si se cuidaran de forma adecuada las bacterias intestinales. Quien consume unos 30 gramos de fibra al día garantiza un buen entorno microbiano y, por tanto, posiblemente previene la pérdida de células nerviosas en el cerebro.