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    Guardianes del Mediterráneo: la docuserie que quiere salvar el mar más amenazado

    Redacción

    Desde las aguas del Estrecho de Gibraltar hasta las islas griegas, Guardianes del Mediterráneo quiere mirar de frente al mar más presionado del planeta. La docuserie de tres capítulos, impulsada por el etólogo, escritor y storyteller de National Geographic España Alex Avello (Oviedo, 1991), combina imágenes submarinas de alto impacto, ciencia y relatos humanos: pescadores de almadraba, equipos que salvan corales a 40 metros de profundidad o científicos que estudian algas invasoras.

    El primer episodio, La puerta del Mediterráneo, se ha rodado en el Estrecho de Gibraltar. El segundo, Las últimas supervivientes, estará centrado en Grecia, con la foca monje, en peligro crítico de extinción, como embajadora. El tercero recorrerá proyectos de conservación que ya funcionan a lo largo del litoral, relata Alex Avello a National Geographic en esta entrevista.

    Más que un documental, Avello concibe la serie como el corazón de un movimiento para conectar con las generaciones más jóvenes, sumar aliados y asegurar que el Mediterráneo siga siendo hogar, sustento y refugio.

    Has dicho en repetidas ocasiones que sabemos más de la luna que del océano. ¿Es verdad eso?

    Es totalmente cierto. Vivimos de espaldas al mar. Lo hemos visto como un espacio infinito donde volcar plásticos, contaminación, sobrepesca… sin pensar en las consecuencias. Invertimos más en conocer la Luna y lo que hay fuera de la Tierra que en nuestro planeta. Del océano conocemos apenas un 5 %. Eso significa que aún ignoramos la mayoría de los procesos, las formas de vida y las oportunidades que esconden sus aguas.

    ¿En qué momento piensas que la cámara es el medio que puede llevarte a lograr tu objetivo de conservación?

    Soy etólogo y he trabajado en muchos proyectos científicos (Puerto Rico, Baja California, Patagonia argentina, Maldivas, Azores, entre otros) y en todos me repetían que se me daba bien comunicar. Al principio piensas que es cosa del amor de tu madre, pero cuando te lo dicen tantas veces empiezas a escucharlo.

    De niño escribía cuentos; luego publiqué dos libros y ahora sale el tercero, sobre conservación marina para niños. Contar historias siempre ha estado ahí. Empecé subiendo a redes vídeos de fauna salvaje, hasta que pensé: “vamos a darle un sentido a esto; no solo mostrar cosas bonitas, sino explicar qué está pasando”. Vinieron los vídeos con mensaje, los artículos sobre conservación para un periódico de Asturias… y entonces apareció National Geographic.

    En el Centro de Conservación de Manatíes del Caribe me dijeron algo clave: hace falta un puente entre la ciencia llena de papers y el público general, y ese puente somos los comunicadores.

    ¿Cómo nace Guardianes del Mediterráneo y qué te hace pensar que ahora es el momento de contar esta historia del mar, y que alguien no la haya contado antes?

    Hace un año y medio me propusieron crear una serie documental en la que yo fuese la voz, la imagen y el hilo conductor. Literalmente me dijeron: “queremos una especie de David Attenborough”, y siendo mi mayor referente, casi me desmayo.

    A partir de ahí diseñamos una serie de tres capítulos. Ahora estamos en pleno rodaje del primero, en el Estrecho de Gibraltar. Si íbamos a hablar del Mediterráneo, tenía que ser por su puerta: un lugar sometido a enorme presión, con el conflicto entre orcas y veleros, la expansión del alga invasora Rugulopteryx okamurae y una de las rutas marítimas más transitadas del mundo. La pregunta es cómo sobrevive la biodiversidad a todo eso. Creemos que faltan historias del Mediterráneo contadas desde dentro.

    Si tuvieras que explicar tu proyecto en una frase, ¿qué dirías que aporta de nuevo respecto a otros documentales?

    Guardianes del Mediterráneo es, sobre todo, una conexión con las generaciones actuales. Para mí eso era fundamental. Creemos que las generaciones de ahora son la herramienta de conservación más importante del mañana. Por eso el documental intenta hablar su lenguaje, entrar en sus códigos y mostrarles un Mediterráneo que les importe de verdad.

    ¿Quiénes son esos guardianes que protagonizan la serie?

    Uno de los guardianes que ya hemos grabado es Pedro Ponce, un chico joven, surfista y pescador de almadraba de generación en generación. Es de los pocos de su edad que sigue en el oficio, mientras muchos de sus amigos trabajan ya en otros sectores, más ligados al mundo digital. Él sigue allí, en una pesca artesanal que contrasta con la pesca industrial que ejerce tanta presión sobre el Mediterráneo.

    Iremos a grabar también con Janek Andre, conservacionista y científico, que tiene un proyecto de investigación con orcas en el Estrecho. Es una eminencia en cetáceos, con trabajos tanto en Gibraltar como en Gran Canaria. Con él queremos aportar esa voz científica que explique qué está pasando con los cetáceos, con las orcas y con toda la presión a la que están sometidos.

    ¿Qué esperas que ocurra después de que alguien vea el documental? ¿Qué cambio concreto te gustaría inspirar en el público y en los responsables políticos?

    Para mí el documental no es solo un documental: es el epicentro de un movimiento. La pieza audiovisual dura lo que dura, pero lo importante es todo lo que puede generar alrededor. Yo ya trabajo con niños en colegios y una de las ideas es usar Guardianes del Mediterráneo para ir a institutos, no solo en España sino en Europa y donde nos llamen, y dar charlas sobre conservación marina. Queremos llegar a los más jóvenes, que son la herramienta más importante.

    También queremos organizar eventos y encuentros con los propios guardianes: Pedro, el pescador; Marina, que trabaja con corales; Janek, con los cetáceos… Que cuenten en primera persona por qué son guardianes, e ir sumando cada vez a más gente.

    Para quien lea esta entrevista y, sobre todo, para quien vea el documental: si tuviera que hacer una sola cosa para convertirse en guardián del Mediterráneo, ¿qué debería cambiar en su vida diaria?

    Lo primero es dejar de vivir de espaldas al mar y mirarlo de frente. Entender que no es un decorado, sino la base de nuestra vida. Sin entrar en muchos datos técnicos: entre un 50 y un 75 por ciednto del oxígeno que respiramos viene del océano. Solo eso ya debería bastar para darle importancia.

    Luego está el respeto. A todos nos gusta viajar, ir de vacaciones, disfrutar de la playa. Y yo animo a seguir haciéndolo, pero no de forma egoísta. Hay queincorporar la empatía y poner, aunque sea un poco, el bienestar del planeta por delante de nuestros objetivos inmediatos. Cuando lleguemos a un lugar, al menos dejémoslo como lo encontramos. Y, si podemos mejorarlo, mejor todavía. Ese es un primer paso muy sencillo para empezar a ser guardianes.

    Antes mencionabas que trabajas mucho con los niños. ¿Qué preguntas te hacen ellos que los adultos no te hacen?

    Desde que entras en una clase y proyectas imágenes del mar, los niños están al cien por cien. Uso mucho las maravillas de los océanos para, después, lanzar la pregunta: “vale, ¿pero qué está pasando?. En mi generación nadie vino al colegio a hablarnos de plásticos o de conservación. Ahora ellos están mucho más activos: te hablan de plásticos, de pesca, de animales en peligro… Son muy curiosos.

    Al final de las charlas muchos niños me dicen: “de mayor quiero ser como tú”. Yo siempre les respondo que no, que tienen que ser aún mejores. Este planeta es suyo; ellos lo van a heredar y tendrán que cuidarlo.

    Fuente: National Geographic