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    Los niños migrantes juegan al fútbol en Costa Rica

    Juan Diego, un chico venezolano de 13 años, sueña con ser el próximo Keylor Navas, ex portero costarricense del Real Madrid y ahora dueño del arco en el Paris Saint Germain

    Redacción

    Juan Diego es un chico que parece ser como cualquier otro: tímido, amante del fútbol y con deseos de tener muchos amigos, pero basta unos minutos de conversación para darse cuenta de que es un chico fenomenal, pilas y avispado (costarriqueñismos que significan inteligente y atento). 

    Hoy Juan Diego asegura que el fútbol le ha ayudado a ser un mejor estudiante, a tener más disciplina, a distribuir mejor el tiempo y a valorar la importancia de respetar a los demás y trabajar en equipo.

    Pero no todo fue así siempre. Hace cuatro años no tenía muy claro por qué tenía que abandonar su hogar, su escuela y a sus amigos en su Venezuela natal.

    En una conversación con Noticias ONU, recuerda que un día de cielo azul, de esos en los que no hay sombra y el calor corta la respiración, tuvo que enfrentarse a la realidad de dejarlo todo para construir una nueva vida junto a su familia en Costa Rica.

    Fue duro. Era empezar de cero. Pero como dice el mismo Juan Diego “yo sabía que era lo mejor para mí y para mi familia. Me llené de esperanza. Sabía que no me iba a pasar nada malo y que en algún momento ya no me iba a sentir solo y podría tener amigos”.

    “Llegamos a este país sin nada. Tuvimos que adoptar medidas para sobrevivir: comer menos, reducir gastos, caminar más, pero conseguimos trabajo y logramos salir adelante. La solidaridad de amigos y familiares nos ayudó mucho.”, cuenta Alberto, padre del chico, visiblemente emocionado.

    Cortesia de la familia de Juan Diego

    El fútbol: la puerta de entrada a una vida mejor

    Costa Rica era un país del que apenas había escuchado algo en la escuela, pero que sí conocía por el fútbol pues había un programa de televisión local que cubría temas deportivos y mencionaban lo que sucedía en el balompié costarricense. Además, también lo conocía por su participación en los mundiales de fútbol y la trayectoria destacada de algunos jugadores.

    Esa fue la llave que le abrió la puerta para que Juan Diego se interesara en ser parte de una escuela de fútbol desde que llegó a suelo costarricense.

    Fue‌ ‌así‌ ‌como‌ ‌ingresó‌ en ‌la Fundación Saprissa con el proyecto de‌ ‌la‌ ‌Escuela‌ ‌de‌ ‌Fútbol‌ ‌Valores‌ ‌Saprissa‌,‌ ‌una‌ ‌academia‌ ‌muy‌ ‌distinta‌ ‌a‌ ‌todas‌ ‌las‌ ‌ demás,‌ ‌pues‌ ‌no‌ ‌solamente‌ ‌enseñan‌  ‌a‌ ‌pasar‌ ‌bien‌ ‌un‌ ‌balón,‌ ‌a‌ ‌sortear‌ ‌rivales‌ ‌o‌ ‌rematar‌ ‌a‌ ‌marco.‌ ‌ ‌El enfoque de la escuela se centra en el valor del compañerismo y en el apoyo al niño que no hizo bien el pase o a la chica cuyo remate salió desviado. 

    A través de actividades deportivas y dinámicas de trabajo en equipo y reflexiones, la escuela promueve el interés en los demás, la comprensión de la cohesión y el bienestar común. Ayuda a entender que, para lograr el bien del equipo, cada uno de sus integrantes es una pieza clave e importante que debe tener un espacio, que debe ser escuchado y atendidas sus inquietudes y necesidades.

    Saprissa ha comprendido que el fútbol no solo es competencia, sino una oportunidad para enseñar solidaridad, respeto, trabajo en equipo y la solución pacífica de conflictos, entre muchas otras habilidades para la vida. 

    ¿Pero qué es el Deportivo Saprissa? Es un equipo de fútbol que desata emociones, lágrimas, alegrías y cánticos de su afición. Algo así como el Barça de La Liga, la Juve del Calcio o el Manchester de la Premier. Se trata del club con más seguidores en el país, más títulos de liga (35) y la cuna de grandes jugadores reconocidos a nivel mundial, como el caso de Keylor Navas.

    En alianza con la Organización Internacional para las Migraciones, el Deportivo Saprissa, a través de su Fundación, desarrolló este proyecto de Escuelas de Valores y en su primera apertura atiende gratuitamente a cerca de 50  niños y niñas costarricenses y migrantes del cantón capitalino de Escazú, divididos en categorías de 7 a 9 años, de 10 a 12 años y de 13 a 15 años.

    Foto: OIM Costa Rica Allen Ulloa. Niños y niñas migrantes en una escuela de fútbol.

    Mucho más que fútbol

    Alberto, padre de Juan Diego, dice que esta ha sido la oportunidad que estaba buscando para que su hijo se integre a la comunidad, conozca a otros niños y se pueda adaptar la cultura del país.

    “Nosotros queríamos que Juan Diego aprendiera valores, más allá de los que le enseñamos en casa, para que pueda integrarse mejor y llevar una buena vida en Costa Rica y hoy lo está haciendo gracias a su participación en este proyecto. A través del fútbol mi hijo ha desarrollado sus habilidades sociales y un gran liderazgo que de otra manera no creo que hubiera surgido”, dijo con mucha emoción.

    Tanto Juan Diego como su padre no ven el fútbol solo como un espacio de recreación, sino que esperan que se convierta en un proceso de enseñanza, de mejorar como seres humanos, de sentirse parte de una comunidad y ayudarse a sí mismos y a los demás a salir adelante y a superar las dificultades.

    “Este es el primero de muchos espacios que vamos a abrir para darle oportunidades a niños y niñas migrantes y costarricenses en condición de vulnerabilidad para desarrollar habilidades para la vida. El fútbol es una oportunidad para llevar un mensaje y una enseñanza de paz y superación para estos niños que lo necesitan”, destaca Fanny Villalobos, directora ejecutiva de la Fundación Saprissa.

    Isis‌ ‌Orozco,‌ ‌Oficial‌ ‌a‌ ‌cargo‌ ‌de‌ ‌Organización Internacional para las Migraciones ‌en‌ ‌Costa‌ ‌Rica,‌ ‌recalcó‌ ‌que‌ ‌esta‌ ‌iniciativa‌ ‌conjunta‌ ‌ha‌ ‌sido‌ ‌posible‌ ‌gracias‌ ‌a‌ ‌la‌ ‌alianza‌ ‌y‌ ‌compromiso‌ ‌de‌ ‌los‌ ‌distintos‌ ‌socios‌ ‌que‌ ‌han‌ ‌visto‌ ‌en‌ ‌el‌ ‌fútbol‌ ‌la‌ ‌oportunidad‌ ‌de‌ ‌mejorar‌ ‌la‌ ‌cohesión‌ ‌social,‌ ‌la‌ ‌integración‌ ‌y‌ ‌el‌ ‌desarrollo‌ ‌de‌ ‌capacidades‌ ‌en‌ ‌niños‌ ‌y‌ ‌niñas‌ ‌para‌ ‌enfrentar‌ ‌los‌ ‌desafíos‌ ‌del‌ ‌mundo‌ ‌de‌ ‌hoy.‌ ‌

    Derechos humanos y desarrollo sostenible

    Allegra Baiocchi, representante de la ONU en Costa Rica, destacó que esta iniciativa es un ejemplo de cómo el sector privado es un socio fundamental para lograr el cumplimiento de los derechos humanos y el desarrollo sostenible para las poblaciones más vulnerables, como niños y niñas migrantes. “Esta iniciativa se enmarca en el objetivo número de 16 de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible pues a través del deporte intentamos construir sociedades justas y pacíficas para asegurar que nadie se quede atrás”.

    La iniciativa cuenta también con el apoyo del gobierno local de Escazú y la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

    Un informe de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos indica que en Costa Rica hay cerca de 40.000 migrantes venezolanos, la mayoría de los cuales han huido del país por diferentes motivos.

    Este reportaje ha sido producido por Danilo Mora Díaz, oficial de Comunicaciones de la ONU en Costa Rica, y Allen Ulloa, oficial de Comunicaciones de la Organización Internacional para las Migraciones en ese país.

    Fuente:https://news.un.org/es/story/2021/05/1491822

    “Llegamos a este país sin nada. Tuvimos que adoptar medidas para sobrevivir: comer menos, reducir gastos, caminar más, pero conseguimos trabajo y logramos salir adelante. La solidaridad de amigos y familiares nos ayudó mucho.”