Sign Up To The Newsletter

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit, sed diam nonummy nibh euismod tincidunt ut laoreet

    Fundão, la pequeña capital portuguesa del “sueño europeo” de los refugiados

    Este enfoque multidimensional de la inclusión de los migrantes ha tenido un impacto positivo en 853 personas

    Redacción

    Fundão, municipio situado en el Distrito de Castelo Branco, es conocido por su festival de la cereza y su castillo. Ahora, además, este municipio portugués quiere esquivar la amenaza del envejecimiento y la despoblación y convertirse en el paradigma del sueño europeo para inmigrantes y refugiados.

    En sus calles, las huellas de un pasado espléndido en el que llegó a ser un centro comercial de referencia por sus minas de estaño y su industria textil. Parte de ese legado es el seminario, una construcción con más de un siglo de antigüedad por la que pasaron millares de jóvenes para recibir formación religiosa.

    Concluida su actividad, el ayuntamiento se hizo cargo para alojar a estudiantes de las excolonias portuguesas y albergar el Centro de Acogida para Trabajo Temporal, que atiende a los trabajadores que acuden a las campañas de recogida de fruta. Ahora también es el nuevo hogar de los refugiados.

    El centro pretende crear políticas de inclusión, integración y movilidad social, contrarrestando así la despoblación y el envejecimiento. Desde 2016, el centro ha asistido a más de 253 solicitantes de asilo y refugiados, ha proporcionado instalaciones para trabajadores temporeros y ha colaborado con la Escuela Profesional Fundão para acoger a estudiantes internacionales. Este enfoque multidimensional de la inclusión de los migrantes ha tenido un impacto positivo en 853 personas.

    El proyecto de convertir Fundão en centro de acogida de referencia creció a instancias de quien fuera su vecino más ilustre, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas. El edificio, imponente por fuera, es gélido y austero por dentro y necesita con urgencia una reforma. Las aulas utilizadas antaño para impartir religión son ahora usadas para enseñar portugués a los recién llegados, procedentes de Eritrea, Nigeria, Yemen y Sudán.

    EUROPA, UNA FANTASÍA

    “Durante estos años construyeron toda una fantasía acerca de lo que sería su vida en Europa”, pero, insiste la psicóloga, en Portugal -con un salario mínimo de 600 euros- deben considerar que también los costes de vida bajan y las posibilidades de inserción laboral se multiplican.

    Ellos no vienen a quitar puestos de trabajo, hacen el trabajo que los portugueses no quieren

    PABLO GALAZ

    Llegaron en septiembre pasado y la mayoría trabaja en empresas de la localidad y en las fincas agrícolas. Xose Primo es uno de los vecinos más concienciados sobre la necesidad de colaborar en la integración. En su tienda de electricidad trabajó Ahmed y ahora Major Tesfay. “Miraban hacia la tienda al pasar y decidimos proponerles un trabajo. Es importante que se integren”, explica Primo, que ha enseñado a Major a montar en bicicleta y le prepara para conducir.

    A unos 20 kilómetros de Fundão, en la Quinta das Rasas, Gebru y Hadush, de Eritrea, aprenden a podar cerezos junto a trabajadores nepalíes e indios, bajo la supervisión del chileno Pablo Galaz. Pablo, que llegó a Portugal procedente de Holanda, confía en que los refugiados se queden en esta localidad tanquila, donde son bien acogidos y no tendrán problema para trabajar: “Ellos no vienen a quitar puestos de trabajo, hacen el trabajo que los portugueses no quieren”, explica.

    Fuente: elespañol y efe.es