El movimiento ‘Slow Fashion’, que cobró protagonismo tras la tragedia del Rana Plaza, busca concienciar sobre la responsabilidad de quién fabrica las prendas y quién las consume
Mónica Ledesma / NoticiasPositivas. press
¿Te has preguntado alguna vez quién hace la ropa que llevas puesta? ¿Sueles mirar la etiqueta del interior de la prenda o te quedas sólo con la del precio? Pues estas dos cuestiones son las que reivindica el movimiento Slow Fashion, el cual creció en adeptos a partir de la tragedia del Rana Plaza en Bangladesh, ocurrida en 2013, donde fallecieron 1.100 personas que trabajaban en condiciones infrahumanas y sin seguridad para firmas internacionales del diseño textil.
Este suceso sacudió muchas conciencias, dando como resultado el nacimiento del Fashion Revolution, movimiento que desde Reino Unido, y de la mano de Carry Somers, persigue abrir los ojos de los consumidores al considerar que la responsabilidad no es sólo de quién fabrica la ropa sino también de quién la consume. Es la lucha reivindicativa por un sistema de transparencia en la cadena de valor textil. Una moda que no solo nos vista por fuera sino por dentro, es decir en valores pero sin menospreciar la importancia económica, social y sostenible en todas sus vertientes.
«Hemos visto algunos cambios positivos en la industria en los últimos años. Sin embargo, los abusos de los derechos humanos y la degradación del medio ambiente siguen siendo frecuentes. Si bien una gran cantidad de público se ha vuelto más consciente de estos problemas, muchas personas permanecen en la oscuridad, sin saber que su ropa puede estar contribuyendo a la crisis climática y la explotación humana. Creemos que nadie debería morir por la moda y por eso necesitamos una revolución textil», indican los promotores del movimiento en su web.
Fashion Revolution
Fashion Revolution está formado por personas de todo el mundo que hacen que la industria de la moda funcione. «Somos consumidores, activistas, diseñadores, académicos, escritores, líderes empresariales, políticos, marcas, minoristas, sindicatos, productores, creadores y trabajadores. Somos la gente que usa ropa y la gente que la fabrica. Todos somos ciudadanos y cuando hablamos y trabajamos juntos, somos poderosos. Creemos que con un cambio sistémico y estructural, la industria mundial de la moda puede sacar a millones de personas de la pobreza y proporcionarles medios de vida dignos. Puede conservar y restaurar nuestro planeta. Puede unir a las personas y ser una gran fuente de alegría, creatividad y expresión para las personas y las comunidades», afirman.
«Necesitamos que las marcas cambien sus relaciones entre sí, reemplazando la competencia por la colaboración para resolver los principales desafíos que enfrenta la industria. Necesitamos un cambio en las relaciones entre marcas y proveedores, para que los derechos de las personas y los derechos de la naturaleza tengan más poder dondequiera que se tomen decisiones. Y necesitamos que ambientalistas, grupos de derechos humanos, industria, gobiernos, sindicatos y ciudadanos trabajen juntos para garantizar que los derechos humanos y los derechos de la naturaleza se aborden al unísono. La colaboración y el apoyo mutuo son esenciales, porque somos voces más poderosas para el cambio cuando todos trabajamos juntos. Ahora es el momento de una revolución de la moda», recalcaba el movimiento en el manifiesto Fashion Revolution 2021 que se celebró el pasado abril, coincidiendo con el octavo aniversario de la tragedia de Bangladesh.
Revolucionarios pacíficos que defienden el slow fashion o moda lenta, un término que más allá de una tendencia es un modo de concebir las prendas que usamos de una manera consciente, ética y respetuosa con el medio ambiente, los trabajadores y los consumidores. En este sentido, según un artículo publicado en la revista Vogue, «el concepto de moda lenta apareció como una reacción al fast fashion o moda rápida, colocándose en la vereda opuesta del modelo de producción masivo que utiliza recursos sin medir el impacto social y ambiental que cada acción realizada genera. Así, el tiempo, los recursos, los insumos y la fuerza de trabajo cobran mayor importancia por medio de la desaceleración, haciendo de la moda lenta una práctica más empática y sensible con el entorno. El cambio que propone el slow fashion no sólo involucra a diseñadores y marcas, que buscan generar cambios hacia un futuro mas verde, sino que también interpela a quienes compran esas prendas».
Una ropa de origen natural, reciclada, cómoda y respetuosa con el medio ambiente y las personas, la llamada slow fashion, es la opción ética frente a la fast fashion o moda de usar y tirar, es la manera de pensar, hacer y consumir la moda de manera consiente e intencionada, fomentando el cuidado de los procesos de producción, buscando asegurar la calidad de cada producto creado para que sean perdurables y sostenibles a lo largo del tiempo. La moda lenta propone una desaceleración, un respiro ante la excesiva producción y el consumo desmedido instalados por el fast fashion, aquellos que llevaron a que la industria de la moda sea la segunda más contaminante del planeta».
Industria textil
Por su parte, la ONG Oxfam Intermon es tajante y añade en un artículo que la llamada fast fashion ha hecho que la industria textil se haya convertido en la segunda más contaminante, generando el 20% de los residuos en el planeta. Apunta que la media de uso de una prenda es de tan solo 7 veces, por lo que el propio consumidor acelera el proceso de producción que se necesita para cubrir esta gran demanda.
Como datos curiosos señala que para fabricar un solo pantalón vaquero se requieren 3.000 litros de agua y, ante la producción elevada del fast fashion, se generan muchos residuos que hay que gestionar. A menudo, este tipo de empresas no se deshacen de ellos de manera ética y responsable, sino que los arrojan a ríos o al mar, suponiendo un impacto en la vida de ese ecosistema.
Aparte es una moda pasajera, pues trata de que la población se haga con una prenda de moda que no tiene la calidad suficiente para durar varios años, por lo que se fomenta una rueda de mayor consumo. Hace que el abaratamiento del producto se consiga por culpa de mantener unas condiciones de trabajo injustas para las personas que las fabrican. Muchas horas de labor a un precio muy bajo. La producción se suele realizar en países en vías de desarrollo a un coste mínimo, con gran impacto negativo en las comunidades y, cómo no, sin respetar el medio ambiente.
Por ello, los partidarios del Slow Fashion reclaman que es posible impulsar otra manera de vestirse, y en ello tiene mucho que ver la sostenibilidad. Toda marca o diseñador que se basa en el slow fashion tiene en cuenta estos puntos a la hora de crear su colección:
- La calidad, durabilidad y longevidad de las prendas.
- Utiliza tiempos de producción más lentos, así como de reposición de las prendas.
- Sus trabajadores reciben un salario justo.
- Trabajan en la reducción de la huella de carbono generada por cada prenda.
- Intentan llevar sus marcas a generar desecho cero (zero waste).
- Realizan producciones acotadas y atemporales.
El concepto de moda lenta lleva a cada diseñador a hacer un viaje introspectivo, a revalorizar los recursos que tiene a la mano, en su cercanía. Es, por tanto, que la moda ecológica reivindica la necesidad de poder vestirse y consumir ropa con un intercambio más justo entre las partes implicadas en la producción y concienciando al consumidor de los beneficios de este tipo de moda.
Al haber una mayor concienciación por el medio ambiente, por las condiciones de trabajo de personas con mucha necesidad y por cómo afectan nuestras decisiones de consumo en tantos otros aspectos, cada vez hay más personas que se decantan por adquirir ropa con la garantía de Comercio Justo.
Una de las opciones para vestir de forma sostenible y ética es darle más uso a una prenda que otra persona haya descartado. Reutilizar prendas o comprar de segunda mano es una tendencia en alza con la que la sociedad aprovecha al máximo los recursos con los que la ropa fue fabricada.
Aunque cada vez se suman más firmas y diseñadores al movimiento slow, el mundo de la costura debe en parte este cambio a Donna Karan, quien en 2009 creó la Fundación Urban Zen en Nueva York. Para la diseñadora es obvio que hay un antes y un después de este acontecimiento. «Lo creé para abordar causas cercanas a mi corazón. Son problemas y situaciones que nos incumben. A todos nos tocará algún día estar enfermos o cuidar de un ser querido enfermo. Todos deberíamos estar preocupados por crear un futuro mejor para nuestros hijos. Y todos podemos aprender de la sabiduría del pasado. La transformación comienza en nosotros». Así pues, es más que obvio que un cambio llama a la puerta de los armarios, pero antes deberá producirse en las mentes, explicaba la creadora a El País.
Con más fuerza aún en países como Estados Unidos o Inglaterra, el slow fashion va abriéndose paso en todo el mundo. En el caso de España se cuenta hasta con la Asociación Nacional de Moda Sostenible, donde se dan pautas a los creadores para ajustarse a la sostenibilidad. Además, ofrece un directorio con las empresas adheridas a esta moda sin prisa, que fabrican diseño textil, complementos y ropa para el hogar.
Moda con futuro, moda que ayuda a adquirir un compromiso a nivel humano y medioambiental bajo la premisa de “Consume menos, Consume mejor”.