Redacción
De acuerdo con datos de la OMS, la prevalencia de obesidad en Europa se ha triplicado desde 1980 y cada año mueren por exceso de peso al menos 2,8 millones de personas en todo el mundo. Los datos relacionados con España van, desafortunadamente, por el mismo camino: la prevalencia de sobrepeso estimada en la población adulta es de casi el 40% y la de obesidad del 21,6%, según cifras de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Si la tendencia continúa, en 2030 en España habrá 27,2 millones de adultos con exceso de peso, cerca de 2 tercios de la población. Un panorama que producirá un aumento del gasto sanitario real en más de 3.081 millones de euros.
No es extraño entonces que las estrategias habituales de promover el ejercicio físico y una dieta saludable no basten y la investigación científica sea fundamental. Y una de ellas se centra en los diferentes tipos de grasa en nuestro cuerpo.
Básicamente, existen dos tipos de tejido graso o adiposo: el blanco y el marrón o pardo. El primero de ellos almacena sobre todo energía, mientras que la grasa parda (sus células tienen más mitocondrias y eso les da el característico tono marrón) es la encargada de la generación de calor o termogénesis, el proceso que mantiene la temperatura corporal y que se desencadena con el frío u otros estímulos.
Ahora, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) liderado por Guadalupe Sabio, jefa del Grupo de Diafonía Órgana en Enfermedades Metabólicas, y Cintia Folgueira, ha descubierto una de las formas en que el cuerpo quema la grasa marrón y la convierte en calor. Este mecanismo protege contra la obesidad y las enfermedades metabólicas asociadas.
La ciencia detrás del hallazgo se basó en profundizar en un conocimiento que se asumía previamente: que la grasa marrón utilizaba un único mecanismo para generar calor. Hoy sabemos que son varios los mecanismos implicados en esta función y el equipo de Sabio y Folgueira ha descubierto uno de ellos.
En la última década, los científicos han demostrado que activar la grasa parda protege contra la obesidad y las enfermedades metabólicas. “Desde hace tiempo – señala Sabio en un comunicado -, se ha pensado que la obesidad podría prevenirse consiguiendo que esta grasa gaste más energía generando calor. Así que lo primero es entender cómo funciona. Descubrir nuevos mecanismos de producción de calor en la grasa parda es una de las dianas más interesantes en el estudio de la obesidad”.
Este mecanismo está controlado por la proteína llamada MCJ, presente en las mitocondrias (la “batería” de la célula). El estudio de Sabio y Folgueira, publicado en Nature, señala que, cuando se elimina la proteína MCJ de ratones obesos, estos animales producen más calor y pierden peso. Los investigadores también han conseguido reducir el peso de ratones obesos simplemente trasplantándoles grasa sin esa proteína
Gracias a los hallazgos, las autoras también descubrieron que “los animales sin la proteína MCJ en la grasa parda están protegidos frente a problemas de salud provocados por la obesidad, como la diabetes o el aumento de los lípidos en sangre”. Esto hace pensar que la proteína MCJ podría ser una nueva diana terapéutica para corregir enfermedades asociadas a la obesidad.
“Ahora sabemos que el tejido adiposo, la grasa corporal, además de almacenar energía, juega un papel crucial en la gestión de esa energía por parte del organismo. El tejido adiposo es un órgano complejo que actúa como regulador del metabolismo de todo el cuerpo, y, por tanto, modular su función bien podría ser una forma de combatir la obesidad”, señala el estudio.
La investigación busca ahora desarrollar una terapia para bloquear esta proteína en pacientes obesos o con sobrepeso, pero para ello deben investigar primero si la proteína MCJ tiene funciones vitales en otros tejidos, lo que plantearía la necesidad de una terapia mucho más específica. Al mismo tiempo, concluye Sabio, “estamos tratando de ver si estos cambios en la grasa afectan al crecimiento tumoral o a la caquexia (la pérdida de músculo y grasa), que también se relaciona en ocasiones con el cáncer”.
Fuente: La Razón