Sign Up To The Newsletter

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit, sed diam nonummy nibh euismod tincidunt ut laoreet

    La batalla de mujeres kenianas contra la mutilación genital

    Redacción

    En el corazón de la aldea Empash, una comunidad fragmentada ubicada en Suswa, en el condado de Narok, a casi 100 kilómetros al noroeste de Nairobi, la historia de Naomy Kolian se ha desarrollado como una conmovedora saga de dolor, resiliencia y determinación inquebrantable. Fue aquí, en los alrededores de donde vive su familia y es su hogar, donde fue sometida a la mutilación genital femenina (MGF), una tradición brutal que le dejó cicatrices físicas y emocionales. Este trauma oculto perduraría y la atormentaría hasta bien entrada en la edad adulta.

    Aquí, la cultura masái prospera sobre un tapiz de abundantes tradiciones y costumbres profundamente arraigadas. Los cantos rítmicos de canciones ancestrales se mezclan con los mugidos lejanos del ganado, pintando un cuadro de tranquilidad pastoril. Sin embargo, bajo esta pintoresca fachada se esconde una cruda realidad para muchas mujeres masáis, que Kolian conoce muy bien.

    Madre de cinco hijos y luchadora indetenible contra la MGF, una práctica que casi destruye su vida, ella testimonia la fuerza del espíritu humano.

    Su viaje comenzó con una oportunidad inverosímil. Compasión Internacional, una organización humanitaria cristiana, le ofreció la posibilidad de ir a la escuela en una comunidad donde educar a las niñas, por lo general, está subestimado. Le fue muy bien tanto en la parte académica como en el deporte y se convirtió en una de las mejores corredoras en su escuela primaria.

    Pero este futuro prometedor fue interrumpido abruptamente cuando, a los 14 años, luego de los exámenes finales del nivel primario, la obligaron a someterse a la MGF; un rito de iniciación que le robaría su potencial atlético y mucho más. “Nos llevaron donde estaba mi madre”, recuerda, su voz teñida con una mezcla de dolor y resiliencia. “Allí, nos encontramos con varias personas y una vaca sacrificada. Cuando pregunté qué sucedía, me mintieron y respondieron ‘nada’. Mi madre finalmente me reveló que debía someterme a la ablación, dado que todas mis amigas ya lo habían hecho”, rememora.

    PESADILLA

    A la mañana siguiente, Kolian quedó al cuidado de ancianas en una manyatta, una cabaña de barro tradicional. Lo que siguió fue una verdadera pesadilla. En las horas frías de la madrugada, la llevaron hacia afuera, la desnudaron y la rociaron con agua helada destinada a adormecer sus nervios. “En ese momento me desmayé”, cuenta, secando sus lágrimas con la palma de la mano.

    En ese momento me desmayé

    KOLIAN

    En la comunidad masái, la MGF carece de un método preciso y a menudo termina en complicaciones graves. Kolian continuó sangrando mucho y las mujeres que la atendían recurrieron a aplicarle azúcar, miel y leche fría en la herida.

    El calvario de Kolian es una clara representación del sufrimiento al que se enfrentan muchas mujeres masái, que soportan estas prácticas inhumanas bajo el pretexto de la preservación cultural.

    Un informe publicado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), titulado Mutilación Genital Femenina: Una preocupación global 2024 , indica que el ritmo del progreso se está acelerando, pero la tasa de disminución debería ser 27 veces más rápida para alcanzar el objetivo de eliminar la ablación para 2030.

    Fuente: ipsnoticias y Unicef