Redacción
El científico venezolano superó una pandemia, un huracán, dos inundaciones y una epidemia de cólera para demostrar que la ivermectina -un medicamento usado para matar a los piojos- ayuda a combatir al mosquito transmisor de la malaria.
Carlos Chaccour, de 45 años, partió de una pregunta en apariencia simple. Si la ivermectina mata los piojos, que son insectos que se alimentan de sangre, ¿podría acabar también con el mosquito Anopheles, que transmite la malaria cuando chupa sangre?
Cuando se hizo aquella pregunta, al inicio de su carrera científica hace 18 años, nadie había demostrado que la ivermectina podía actuar como un insecticida alojado en la sangre, relata en un amplio reportaje BBC News.

La primera oportunidad de explorar esa intuición surgió en 2007, cuando comenzó el posgrado en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, después de haberse graduado de médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en Caracas.
Tres años antes, Chaccour había hecho su año rural en el Centro La Milagrosa de Maniapure, un ambulatorio que asistía a las comunidades indígenas de la etnia panare en las selvas noroccidentales de la Amazonía venezolana.
Después de aquella experiencia, se mudó al otro extremo de la selva amazónica venezolana, en el sureste de Bolívar, para trabajar como médico en el ambulatorio de Wonken, un centro de salud rural que atendía a los indígenas pemones cerca de la frontera con Brasil, con el apoyo del empresario y filántropo venezolano Ricardo Cisneros.
En Woken recetó la ivermectina por primera vez, no sólo para tratar los piojos, sino también infecciones provocadas por gusanos, como la estrongiloidiasis, una infección parasitaria que ataca el intestino.
Consciente de las dificultades que afrontaban las comunidades pobres de entornos rurales para ver a un doctor, Chaccour llegó a Londres buscando una idea que le permitiera facilitar el acceso a la atención médica para las poblaciones de zonas remotas.

Su primer intento por demostrar la eficacia de la ivermectina contra la malaria consistió en convocar a otros estudiantes de la escuela de Londres a participar como voluntarios en un experimento: tomar una dosis del medicamento y luego dejarse picar por mosquitos que no estaban infectados.
Para sorpresa de Chaccour, decenas de compañeros se mostraron deseosos de contribuir con su primer estudio científico. Entre ellos estaba Julie, una joven alemana que cursaba el posgrado de Inmunología de Enfermedades Infecciosas y buscaba especializarse en malaria.
Chaccour logró ejecutar el primer estudio aleatorizado de suministro de ivermectina contra mosquitos Anopheles en un ensayo con 25 participantes, que fue publicado por la Revista de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Oxford.
El resultado confirmó su sospecha: los mosquitos alimentados con la sangre de voluntarios que tomaron ivermectina el día anterior tuvieron una tasa de sobrevivencia de 2,3 días, a diferencia de los mosquitos del grupo de control, que murieron a los 5,5 días.
La ivermectina ofrece una alternativa al estancamiento que han afrontado las políticas mundiales de control y eliminación de la malaria durante la última década
Carlos Chaccour
“En este estudio probamos dos cosas: que la droga mata mosquitos y que eso depende de la dosis y el tiempo que el medicamento esté en la sangre”, explica Chaccour desde España, donde trabaja como investigador en el Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Navarra.
En 2009, el doctor regresó a Venezuela acompañado por Julie -con quien había contraído matrimonio- para hacer el posgrado en el Hospital Universitario de Caracas. Con el tiempo y dada la situación del país, concluyó que sería más viable construir una carrera como investigador en España, donde continuó con los estudios de su carrera y sus investigaciones, pero sin lograr financiación para su proyecto.

Después de obtener el doctorado y terminar la especialidad, la pareja tuvo su cuarto hijo y el Instituto de Salud Global de Barcelona le propuso marcharse en 2016 con su familia a una zona rural de Mozambique, un país con altas tasas de contagio. Durante sus ratos libres, Chaccour se dedicaba a un proyecto improbable: diseñar una propuesta de investigación millonaria, con una muestra de miles de personas, para demostrar que la ivermectina ayuda a reducir la malaria.
Como director científico del proyecto Bohemia, un consorcio que desarrolla estrategias de control de esta enfermedad, Chaccour y su equipo obtuvieron en 2019 financiación de Unitaid para hacer un ensayo clínico masivo. El proyecto se retrasó a causa de la pandemia del Coronavirus, y posteriormente el huracán Gombe, que arrasó con las carreteras, las casas y las vidas del personal sanitario local y los pacientes que participarían en el ensayo.
El triunfo de Kwale
Después de 2022, Chaccour lideró el mismo ensayo en Kwale, una localidad en el sur de Kenia. Con las lecciones aprendidas en Mozambique, corrigieron los errores y dieron tres dosis de ivermectina a 28.932 pacientes y siguieron a un grupo de niños entre cinco y 15 años de edad durante seis meses.
El estudio demostró que la incidencia de la malaria cayó 26% entre los pacientes, que disponían en sus viviendas de mosquiteros impregnados con insecticidas. “Este dato es importante porque la ivermectina ofrece una alternativa al estancamiento que han afrontado las políticas mundiales de control y eliminación de la malaria durante la última década”, explica Chaccour.
“Este es el primer estudio que logra demostrar que la ivermectina mata los mosquitos a través de una muestra estadísticamente significativa”, dijo a BBC Mundo Álvaro Acosta, profesor de Parasitología en la Universidad de Notre Dame en Indiana.
Por ahora, Chaccour se prepara para impulsar un segundo estudio que refuerce el hallazgo de que la ivermectina actúa como un insecticida alojado en la sangre, con el propósito de que a mediano o largo plazo el medicamento adquiera el rango de política de salud pública en la lucha global contra la malaria.
Fuente: BBC News