Se estima que el cociente intelectual de William James Sidis estaba entre 250 y 300, superior al de Einstein, Leonardo da Vinci o Stephen Hawking
Redacción
Cuando te vienen a la mente las personas más inteligentes de la historia, seguro que piensas en Einstein, Leonardo da Vinci o Stephen Hawking. Luego famosos que sorprendieron por su coeficiente, como Marilyn Monroe (que tenía 165, 5 más que Einstein) y personas anónimas. Una de ellas, o al menos una historia poco conocida, es la de William James Sidis, la considerada persona más inteligente de la historia.
En la historia del conocimiento humano, pocos nombres resuenan con la singularidad de William James Sidis. Su relato no es solo la crónica de una mente excepcional, sino también un reflejo de cómo la sociedad a veces malinterpreta y margina a aquellos que se desvían de la norma. Comprender la vida de Sidis requiere una mirada a su familia, especialmente a su padre, Boris Sidis, cuya influencia fue decisiva en su desarrollo intelectual.
Un genio nace o se hace. La cuestión de siempre y que en este caso podría tener ambas respuestas afirmativas. Sus cualidades eran tan excepcionales, que tenían algo de innatas, pero también, como verás, su educación se dirigió exclusivamente a formar a un superdotado.
Nacido en Ucrania en 1867, Boris Sidis emigró a Estados Unidos después de enfrentar la persecución en el Imperio ruso. Su matrimonio con Sarah Mandelbaum, también de ascendencia judía y educada en medicina, fue el inicio de una pareja intelectualmente formidable. Boris, graduado de Harvard, se especializó en psicología, aportando ideas significativas en el tratamiento de las psicosis funcionales y la psicología anormal.
l 1 de abril de 1898 nace William James Sidis, destinado a ser el sujeto de los innovadores métodos educativos de su padre. Desde temprana edad, mostró habilidades sorprendentes: a los seis meses pronunció sus primeras palabras y a los tres años leía a Homero en griego.
La educación de Sidis, lejos de la convencionalidad, estuvo marcada por la estimulación intelectual constante, una decisión de sus padres que definiría su vida y futura relación con el mundo.
La infancia y adolescencia de Sidis estuvieron marcadas por logros académicos sin precedentes: dominó múltiples idiomas, mostró una comprensión avanzada de conceptos matemáticos y fue admitido en Harvard a los once años.
Sin embargo, esta vida de logros tempranos también fue una de aislamiento y desafíos emocionales, planteando interrogantes sobre el equilibrio entre la genialidad y la salud mental. La intensa atención mediática y la presión para cumplir con las altas expectativas de sus padres contribuyeron a un agravamiento de su salud mental.
La inteligencia puede ser una bendición o una maldición, y para Sidis fue claramente lo segundo. A medida que crecía, Sidis se encontró en una constante batalla entre su deseo de una vida normal y las demandas de una sociedad fascinada por su genio. Tras su graduación, evitó los focos de atención y ocupó empleos de bajo perfil y cualificación, a menudo ocultando su identidad para evitar el escrutinio público.
La paradoja de la inteligencia intelectual frente a la emocional. La educación intensa y enfocada en la academia dejó a Sidis mal equipado para los desafíos sociales y emocionales de la vida adulta. A pesar de su intelecto prodigioso, luchó por encontrar su lugar en un mundo que valoraba diferentes tipos de inteligencia y habilidades.
Sin embargo, a pesar de su retiro de la vida pública, Sidis realizó aportaciones significativas en varios campos. Publicó trabajos en áreas como la historia de los pueblos nativos americanos y propuso teorías en física y matemáticas. Su libro Lo Animado y lo Inanimado especula sobre la existencia de universos con leyes termodinámicas inversas, una idea que se adelantó a su tiempo. Pero ni de lejos llegó a su potencial. Sidis no realizó contribuciones significativas a la ciencia o la academia en la forma que muchos esperaban y acorde a su intelecto.
Se estima que el cociente intelectual de Sidis estaba entre 250 y 300, superando significativamente el estimado para figuras como Albert Einstein. Sin embargo, esta cifra debe ser vista con precaución, ya que se basa en relatos de terceros y métodos de evaluación de la inteligencia que han evolucionado con el tiempo. Pero, a tenor de sus capacidades y logros, en cualquier estudio riguroso actual estaría cercano o alcanzando los 200.
La vida de William Sidis es un recordatorio de que la inteligencia extraordinaria no garantiza felicidad o éxito en los términos convencionales. Sus experiencias plantean preguntas importantes sobre la crianza de los niños prodigio y cómo la sociedad ve y valora diferentes tipos de inteligencia. No hay duda de que la historia de Sidis es un estudio fascinante de las intersecciones entre la mente, la educación y la comprensión humana.
Fuente: msn