Los migrantes celebran la adaptación allí donde asomaba la despoblación
Redacción
La Bóveda de Toro, como tantos otros pueblos de la España vaciada, fue un lugar lleno de vida que alcanzó los 2.000 vecinos. Hoy en este municipio de Zamora viven solo 700 personas, pero hay decenas de familias latinoamericanas que están rompiendo esa tendencia que deja casas, escuelas y negocios vacíos.
El pueblo crece. Puede verse en el mestizaje de los niños que salen en estampida del cole, en el seseo entremezclado con el acento local y en el plátano macho que se vende en el colmado. La clave está en una empresa cerealística.
Desde 2023, decenas de peruanos y colombianos están siendo ubicados en casas rehabilitadas tras lustros abandonadas. Son los suficientes como para que, ante la creciente demanda y las reticencias de muchos vecinos a arrendar o vender sus viviendas aun cuando se caen a pedazos, La Bóveda tenga un mercado inmobiliario tensionado.
Los camiones cargan cereal en las naves de Comcertrans (Grupo CT), una empresa que comercia materias agrarias al por mayor y que se ha convertido en una fuente constante de empleo. Un operario barre mientras otro, en una máquina, mueve el grano. Sebastián Cardona, colombiano de 26 años, cuenta como desde hace unos días —”¡con contrato de trabajo!”— ya faena. “Estoy demasiado contento”, celebra.
Cardona recibió la oferta de empleo y volvió a su país para hacer los trámites necesarios después de empalmar 10 meses de empleos precarios, pagados en B. Vive con su esposa y con sus dos hijos, María Fernanda y Sebastián, de ocho y dos años. “Están muy amañadas en el pueblo, en el colegio, haciendo amigas y mi esposa es feliz, quiere trabajar donde sea”, celebra.
La familia de Cardona y su esposa suma ya 10 miembros en el pueblo, entre hermanos, parejas, abuelas y niños.
RECURSOS
Mabel Hernández, de 45 años, responsable de Recursos Humanos de la empresa, gestiona las altas, necesarias ante la escasez española. Los sueldos se ajustan al convenio, asegura. “Intentamos dar trabajo al mundo rural y damos palmas si encontramos trabajadores, así fomentamos que la gente pueda quedarse aquí”, destaca la zamorana.
Pronto requerirán a seis ingenieros para un laboratorio que están levantando en los terrenos. Las electrificaciones, las reparaciones mecánicas o de vehículos o incluso los vinos para la clientela se contratan con trabajadores o productores autóctonos: “Llamo primero a gente local, a Zamora le cuesta arrancar y queremos crear empleo aquí”, afirma Hernández, con dificultades para encontrar chóferes nacionales: “Un español no quiere venirse, mover a su familia y luego pasar la semana fuera. Los extranjeros, ya que vienen, eligen asentarse en un pueblo que se nos muere”.
Los extranjeros, ya que vienen, eligen asentarse en un pueblo que se nos muere
MABEL HERNANDEZ
La empresa tiene 45 empleados, 19 de ellos extranjeros, y estos se dedican a conducir camiones, gestionar el almacén o a labores de logística. Esos contratos a latinoamericanos han supuesto 54 nuevos vecinos para el censo porque se han traído a sus familias.
El gerente de la empresa y pareja de Hernández, Jonathan Santarén, de 39 años, se crio en Bóveda. “Lo hemos hecho por nuestro pueblo, para que no perdiera población, no hay mano de obra española para estos empleos. Un requisito es empadronarse y vivir aquí, la empresa y Mabel se esfuerzan para ayudarlos a traer a las familias”, explica.
Entre todas las nuevas familias han llenado las aulas del colegio con ocho nuevos alumnos y ya suman una veintena, además de otros cuatro que se han matriculado en el instituto de Fuentesaúco, el más cercano. “La directora ha pedido otro profesor y más inversión para las aulas, están que se caen”, cuenta Santarén.
Fuente: elpais.com