Psicológo, conferenciante y divulgador. Frente a la dictadura de la felicidad impuesta, defiende el derecho a estar tristes y confía en la capacidad que tiene cada persona para gestionar su propio cambio y afrontar nuevos retos. No es fácil pero nos anima a intentarlo porque lograrlo es posible.
Irma Cervino / NoticiasPostivas.press
Empezó a estudiar Química pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era la Psicología. Lo que no sabía entonces era que, en la Química, ya había una visión de la transformación, porque esta ciencia estudia “la materia, la energía y sus cambios” y el cambio, pero centrado en el individuo, es en lo que, precisamente, Leocadio Martín focaliza su labor como psicólogo.
En estos tiempos de incertidumbre tenemos la sensación de que hemos perdido el control de nuestra vida ¿Es así?
En gran parte es así. Especialmente, si tenemos en cuenta que muchas situaciones que dábamos por seguras hace un año, ahora, no lo son. Y las estamos echando de menos. Esto nos puede llevar a una enorme desazón que, incluso, puede conducirnos a trastornos psicológicos como la ansiedad y la depresión.
¿Y hay solución?
Claro. Hay cosas que podemos controlar y que nos ayudan a encontrarnos mejor. Requieren esfuerzo pero dependen de nosotros. Por ejemplo, ser consciente de cómo trato a los demás y a mi mismo, de mis pensamientos y creencias, de mí actitud y conducta, de cómo reaccionó a determinadas situaciones y de quién me rodeo; a qué le digo sí y a qué le digo no; el tiempo que paso en las redes. Es una lista de cosas que podemos controlar si les dedicamos tiempo y esfuerzo. Si cambiamos nuestra forma de mirar al mundo, cambia todo.
¿Por qué es tan importante conocerse a uno mismo?
El autoconocimiento ayuda a superar retos y a aceptarnos como somos. Nos ayuda a salir de nuestra zona de confort y a buscar nuevos retos. Esa es la filosofía de Cámbiate, una iniciativa que está orientada al cambio personal y que parte del autoconocimiento. No es fácil y por eso siempre insisto en que para llegar a aquello que es maravilloso se requiere esfuerzo y capacidad de resiliencia.
El autoconocimiento nos ayuda a salir de nuestra zona de confort
Muchas veces queremos salir de ese agujero negro en el que nos metemos con nuestros pensamientos o de esa noria que nos devuelve siempre al mismo sitio pero no sabemos
Para eso estamos los que tenemos las herramientas psicológicas que ayudan a entender el mundo que nos rodea y a uno mismo. Ponemos a disposición esas herramientas para dar significado al sentido común. Las personas somos un continuo balance de emociones, motivaciones y sentimientos. Y es ahí donde reside lo que hemos dado en llamar nuestra felicidad.
¿Ser feliz es una obligación?
Claro que no. Es imposible ser felices todo el rato. Tenemos derecho a estar tristes como fundamento de una vida plena. Hay que luchar contra la dictadura de una felicidad impuesta, que se mete en nuestras casas, casi como las dietas de adelgazamiento. Para saber ser felices, tenemos que conocer todos los colores que nos componen.
Es tan importante esa “dictadura” de la felicidad que usted escribió un libro sobre ella: La felicidad: qué ayuda y qué no.
Sí. Necesitaba compartir mi aprendizaje. El libro es esa caja de herramientas, que comentaba antes, con la que trato de ayudar a reconocer cuáles son las barreras propias y ajenas que la impiden y, también, a explorar en nuestro interior la energía infinita de que disponemos para construirla.
¿Por qué le prestamos más atención a lo malo que a lo bueno? Parece que le damos más valor a lo negativo.
No vivimos el balance real de la vida. Si nos paramos a pensar, la mayor cantidad de tiempo al día es positivo. Al menos en personas y sociedades que vivimos con cierto confort: tenemos agua, ropa, coche, trabajo, atención médica, familia, amigos. Es necesario que seamos conscientes de lo que tenemos. Venimos de una etapa muy dura de la que estamos empezando a salir y mucha gente lo ha pasado muy mal por el miedo al contagio, miedo a perder la vida, miedo a contagiar a nuestros mayores pero, ahora, se empieza a ver algo de luz. Hace un año la situación de los mayores en las residencias era dramática y negativa. Un año después, se ha dado la vuelta y debería ser noticia que están sanos y con menos riesgos.
Sí, pero también parece que contar noticias positivas es cursi
Una cosa es el pensamiento positivo, entendido como una versión edulcorada y con gafas de color rosa, de la vida. Y otra cosa es el pensamiento “en” positivo, como una versión balanceada, que reconoce las dificultades, las analiza, las aborda o las aparta, y busca el camino para salir. En el fondo es lo que hacemos todos, lo llamemos como lo llamemos. Tratar de encajar lo que la vida nos depara, unos compungidos y otros con una sonrisa. Tener un pensamiento o funcionar en positivo es que no tengas ganas pero lo hagas. En él juega mucho la actitud. Con la actitud podemos hacer que lo malo sea menos malo.
Si nos paramos a pensar, la mayor cantidad de tiempo al día es positivo
¿Por qué nos cuesta tanto dar las gracias?
La mayoría de nosotros hemos oído hablar acerca de los beneficios psicológicos que supone expresar gratitud pero nos cuesta hacerlo. No lo tenemos interiorizado. A mi me gusta mucho agradecer el trabajo de las personas. Lo hago cuando voy al supermercado o cuando me encuentro con alguien como por ejemplo con un repartidor o con un barrendero en la calle. El otro día me paré y le dije a uno: “De verdad, muchas gracias por lo que hace”. Se quedó mirándome, se echó a llorar y me confesó que lo estaba pasando mal porque, con la situación actual, dormía en el garaje de su casa por el temor de poder contagiar a sus padres mayores. “Trabajo en la calle recogiendo basura”, me explicó, “Tiene su riesgo”. Lo que quiero decir es que la gente no está acostumbrada a que le digan las cosas positivas y si te mueves por el mundo agradeciendo y siendo generoso es difícil que no seas feliz.
¿No poder tocarnos este último año nos ha hecho alejarnos emocionalmente de las personas?
Yo creo que, en ese sentido, la pandemia nos ha cambiado poco. Lo que sí nos ha hecho es ser conscientes de quiénes son los buenos y de darnos cuenta de que los malos son muy malos. Pero no nos ha cambiado. Dejar de ser buena persona, generosa, agradecida y cortar la empatía con los demás no lo ha cambiado la situación que vivimos. Mucho de lo que somos viene de nuestra educación, de nuestros padres, de lo que nos han enseñado y de lo que hemos aprendido.