Redacción
Cada 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje y, aunque cada vez somos más conscientes con nuestro medioambiente, aún nos queda mucho por aprender y por hacer. Es el caso del argentino David Clauser, licenciado en Ciencias Biológicas de la FCEN-UBA, que ha puesto en marcha un original proyecto ecológico para disminuir el uso de plásticos y que ha llamado las botellas del amor.
Según explica en una entrevista a El Diario, la idea nació “al ver como los residuos plásticos afectan a los animales y se van acumulando cada vez más en los océanos, por lo que comenzamos a disminuir el uso de plásticos de un solo uso reemplazándolos por materiales reutilizables como botellas de metal o bolsas de tela para hacer las compras”.
Debido al contexto de emergencia sanitaria por la pandemia, integraron durante este último tiempo nuevas prácticas a sus hábitos para preservar al medio ambiente: “Al estar más tiempo en casa notamos la cantidad de desperdicios que generábamos, con lo cual empezamos a hacer botellas de amor, que son envases a los que se le van introduciendo distintos plásticos de un solo uso, como son los envoltorios de los alimentos, y se utilizan para hacer madera plástica, y nos sumamos a compostar para aprovechar los restos de comida vegetales y generar un abono que utilizamos en la huerta que tenemos. A partir de sumar estos hábitos, la cantidad de basura que generamos disminuyó a tal punto que sacamos la bolsa de residuos una vez cada diez días aproximadamente”, indicó David.
Estas formas de reducir los residuos generados “suelo compartirlo en mis redes sociales para que más personas lo vean y se interioricen que hay otras maneras más amigables con el ambiente de tratar nuestros residuos”, aseguró el biólogo.
Clauser añadió que le parece importante reflexionar que “el mejor residuo es el que no se genera, así que debemos replantearnos nuestros hábitos de consumo y considerar en darle una nueva utilidad a los productos antes de arrojarlos a la basura. Sumado a esto, tenemos que involucrarnos y exigirles a las personas tomadoras de decisiones que adopten políticas relacionadas a un uso más óptimo de los residuos y reglamentaciones sobre las empresas para que modifiquen sus empaques y envoltorios de forma tal que se le puedan dar un nuevo uso con el menor esfuerzo posible”.
Las botellas de amor son botellas de plástico que se rellenan con “plásticos de un solo uso”, es decir, aquellos que se convierten en basura inmediatamente después de su consumo; como los envoltorios de galletitas o los sachets de leche y que luego se utilizan para fabricar madera plástica.
Esta propuesta llegó a la Argentina de la mano de la fundación “Llená tu botella de amor” y busca disminuir el volumen de residuos que se genera a nivel domiciliario y, a la vez, generar una materia prima con destinos solidarios.
Las botellas deben ser de plástico y es necesario lavarlas y dejarlas secar antes de empezar a rellenarlas. “Pueden ser de cualquier tamaño. Los bidones también sirven”, detallan desde la Fundación.
Sobre qué material se puede introducir, puntualizan que todo tipo de plásticos como bolsas, paquetes, sachets, envoltorios de comidas, cepillos de dientes, tubo de pasta dental, tapitas, palitos de chupetín, envoltorios de caramelos (no de chiclets), paquetes de fideos, de arroz, polenta, galletitas, film, bolsas de congelar, bolsas del supermercado, informan desde la fundación.
Los plásticos tienen que estar previamente enjuagados, siempre limpios. Se debe compactar todo el material en el fondo, hasta dejar la botella bien llena, sin aire. Para ello se puede utilizar cualquier elemento que permita hacer presión, como una cuchara de madera, aguja de tejer, una varilla. No se deben poner pilas, cartón, papel, tela ni telgopor.