Lleva la ilusión en la sangre como filosofía de vida y sigue la senda de su padre para hacer de la magia un arte cercano y lleno de encantamiento donde la sorpresa siempre es la protagonista
Irma Cervino / NoticiasPostivas.press
De su padre Juan Tamariz dice que, además de mago, es un filósofo y un pensador que le ha enseñado a disfrutar y a vivir con pasión cada momento, cada instante. Asegura que la magia es una manera de hacer felices a los demás “pero tú también lo eres mientras te preparas y ensayas”. Para Ana, directora de La Gran Escuela de Magia, no hay nada más bonito que el brillo de los ojos de una persona cuando ve cómo algo desaparece o aparece. En este mundo, nada es verdad ni es mentira. Es, simplemente, posible.
A la definición de magia en el diccionario le falta una acepción que diga Juan Tamariz ¿no cree?
(se ríe)
Ya por los años 70, mi padre empezó a llamar magia a lo que hacía. Hasta ese momento, se hablaba de prestidigitador o ilusionista y no tanto de mago o de magia.
Juan Tamariz hizo magia a la magia. La convirtió en algo divertido.
Sí. En realidad, lo que mi padre hizo fue acercar la magia a la gente. Abrió el camino, esa puerta para llevar la magia al público general y sacarla a la calle. A finales de los 80, comenzó a hacer magia en los pubs de Madrid y eso provocó una apertura de este mundo a los más jóvenes. En esa época, no había espectáculos de magia sino pequeñas intervenciones de diez minutos en salas de fiestas, cabaret… Y poco a poco, se fue ampliando a otros lugares como restaurantes, donde se hacían pequeñas actuaciones durante la sobremesa; a la televisión e incluso, desde el año 1994 aproximadamente, la llevó de nuevo a los teatros, comenzando por el teatro SanPol de Madrid hasta que, ahora mismo, ya es normal ver espectáculos solo de magia en los grandes teatros de toda España.
A pesar de vivir con la magia en casa, usted no iba para maga sino para ceramista pero un accidente lo cambió todo.
Así fue. No hay mal que por bien no venga aunque, en aquel momento, no lo pensara así y creyese que haberme quemado la mano era lo peor del mundo. Fue grave porque tuvieron que hacerme un injerto y pensé que me quedaría sin movilidad en los dedos pero, por suerte, la recuperé. Aquella quemadura tan grande me hizo abandonar la cerámica.
Fue entonces cuando su vida tomó otro rumbo. Al verla tan triste por lo sucedido, su padre le animó a que montara una tienda de magia que se convirtió en La Gran Escuela de Magia ‘Ana Tamariz’.
(se le ilumina la cara)
Y ya llevamos más de treinta años enseñando, preparando y formando a los futuros magos. Tenemos grandes y magníficos profesores que lo hacen más fácil y posible. Sin ellos yo no soy nada. Estoy siempre agradecida a todos los profesores que vienen porque lo dan todo. Lo que han estudiado y lo que aprenden día a día.
Juan Tamariz ha conseguido devolver la Magia a los teatros
¿La Escuela tiene mucho del humor de Juan Tamariz?
Por supuesto. Pero no todo lo que hacemos es con humor porque nos preocupa que nuestros alumnos y alumnas conozcan y aprendan todas las ramas de la magia. Entre todos los profesores, tratamos de enseñar a los más pequeños y a los adultos la filosofía mágica que tiene Juan Tamariz, que no es solo la risa que vemos por la tele, la del violín del Chantatachán. Hay mucho más detrás. Mi padre es más que un mago. Es un gran filósofo, un gran pensador y alguien que, como dije antes, ha abierto las puertas de la magia al mundo entero. La verdad es que ha creado grandes cosas para el público y también para los magos, porque ha inventado muchas técnicas que no te puedo contar aquí (sonríe mientras baja la voz para que no nos oigan).
¿Su padre sigue inventando trucos todavía?
Nunca ha dejado de hacerlo. No para. Si lo normal es que, a lo largo de su vida, un mago tenga una o dos ideas, y eso ya es una maravilla, a mi padre -y puede que no me creas porque pienses que exagero- cada día se le ocurre una. Es algo fuera de lo normal. Siempre está creando ideas nuevas y, ahora además, anda muy atareado y contento con sus futuros libros en los que quiere escribir todos esos juegos y todas esas técnicas que ha ido creando en estos años.
En una época en la que todo parece negativo ¿la magia puede ser una medicina que nos ayude a recuperar la felicidad?
Claro que sí. La magia es algo en lo que tú te preparas para hacer felices a los demás. Pero lo más bonito es que mientras te preparas y ensayas, mientras estás aprendiendo cómo se hace, tú también eres muy feliz. Yo lo veo en la Escuela. Cuando los alumnos vienen a clase y entra el profesor, se les ilumina la cara y esa alegría les dura todo el rato que están aquí. Eso nos hace felices. La magia contagia felicidad.
Siendo los Tamariz una familia de magos ¿podemos imaginar esas comidas o esas Navidades como pequeñas competiciones para ver quién hace el truco más divertido o más sorprendente?
En casa de herrero, cuchillo de palo. Cuando estamos todos juntos nos dedicamos más a disfrutar el momento, a saborear la comida. Nos gusta mucho ser conscientes de cada cosa y ser agradecidos. Nos gusta disfrutar de todo; de una conversación, de un paisaje, del cielo, de los colores. Creo que hay que ser más conscientes de la vida. Y en esta época que estamos viviendo, con momentos y situaciones muy tristes, hay que intentar compensarlo. Ver lo bonito que tenemos. Por supuesto que un momento triste hay que sentirlo y llorarlo. Hay que pasarlo. Pero al lado, hay otro bueno.
Cuando se descubre el truco ¿se rompe la magia?
Claro. Si fueras una espectadora y yo te cuento el secreto, te estoy quitando la ilusión. Eso es desilusionar, que es todo lo contrario a lo que pretendemos. Pero, si en lugar de una espectadora eres una maga y te cuento el secreto, estás aprendiendo, mejorando y disfrutando también de la técnica porque hay técnicas muy inteligentes, muy sutiles.
Cuando yo veo magia, aunque conozca el secreto de ese juego, disfruto al ver cómo realiza la técnica, al sentir cómo está pensando en el paso siguiente, de esa parte de atrás y no tanto del efecto del juego, por así decirlo. Los magos disfrutan de otra manera. No nos desilusionamos porque lo que nos gusta mucho a los magos es ir a ver a otros magos y ver magia. Siempre hay algo que no conoces y te vuelves a ilusionar.
¿La Escuela es para todas las edades?
Sí. Tenemos magia para adultos y magia para niños. Empezamos a partir de 7 años porque es una edad muy bonita para empezar a aprender. No antes. Los niños tienen que saber que existen las trampas, los secretos. Si todavía creen en la magia como tal, es mejor que sigan yendo a espectáculos de magia, al circo, a espectáculos visuales. Pero a los 7, la mayoría ya son conscientes de la realidad y pueden iniciarse en este mundo y, créeme, lo pasan en grande. Bueno, ellos y los profesores. En la escuela tenemos grandes profesores para niños.
Además los pequeños fabrican los materiales con los que hacen los juegos: unos tubos donde aparecen pañuelos y caramelos que luego desaparecen… Todo eso lo fabrican ellos mismos para que conozcan bien el material y porque también es divertido hacer la manualidad, crear y saber cómo funciona realmente.
Aprender y divertirse. ¿Qué prima más?
Lo que queremos es que quienes vengan disfruten aprendiendo magia de alta calidad. Por eso contamos con una oferta variada y cursos de artes afines a la magia como guión y monólogos de humor, globofexia, yoyó acrobático. También enseñamos cómo hacer juegos de magia con el cubo de Rubik. Creo que a los futuros magos les viene bien también saber un poquito de otras artes para completar su espectáculo. En realidad, siempre estamos innovando. Ahora vamos a empezar un curso que nunca habíamos tenido en los 33 años que llevamos. Vamos a enseñar ventriloquía y vamos a contar con dos grandes profesionales: Jaime Figueroa y Christian Miró. Y también con Celia Muñoz, ganadora en Got Talent. Estamos muy ilusionados con este curso.
No les falta de nada.
La magia es la estrella. Enseñamos un amplio abanico de todas las ramas de la magia, sobre todo la cartomagia, que es la especialidad que tiene España y que tiene Juan Tamariz. La magia es técnica y por eso las enseñamos y lo complementamos con historia de la magia, psicología del engaño, teoría mágica. Mi padre revisa anualmente el temario y contamos con profesores de alta calidad artística y mágica como Jorge Blass, Anthony Blake, Miguel Gómez, Óscar Rui, Mario López, Woody Aragón, Manu Vera, Pepo Capel, Gea, etc.
¿Jorge Blass aprendió en la Escuela?
Sí, Jorge vino cuando tenía 12 años. Fue alumno y ahora es profesor. Haber compartido toda esa carrera mágica que tiene y tendrá, es una satisfacción enorme. Quizás Jorge Blass sea el más conocido por la tele pero también por aquí ha pasado Adrián Vega que ha trabajado en un espectáculo representando la magia de España en Las Vegas. Hay muchos magos que triunfan. Y hay muchos lugares donde se puede hacer magia y mucho trabajo, por suerte.
Se le ilumina la cara cuando habla de la Escuela
Es que estoy muy contenta porque, además de enseñarles técnicas, también les ayudamos a crear una rutina, a crear un número, bien sea un número de concurso o un número profesional. Antes les enseñábamos juegos, juegos, juegos, pero ellos eran los que tenían que aglutinarlos y completar su espectáculo. Ahora, les estamos ayudando con toda la estructura interna que deben llevar, con esa parte de psicología y, bueno, creo que están creciendo mucho más y son más capaces de mostrar a los demás todo lo que han aprendido. El artista lo llevan dentro y nosotros lo que hacemos es ayudarles, encaminarles y arroparles.
¿Ana, hay algún truco que Juan Tamariz nunca le haya querido revelar?
No, precisamente él fue quien hizo de la magia algo asequible y cercano. Cuando él llegó había mucho secretismo entre los propios magos. Él inició la apertura diciendo “mira si yo te cuento lo que he leído y tú me cuentas lo que has leído, esto lo mejoramos entre los dos y seguiremos avanzando”. Al principio, los magos de mayor edad tenían sus reservas pero, luego, se demostró que compartir conocimiento y experiencia entre ellos ha sido muy bueno.
¿Tiene algún truco de magia preferido?
Me gustan todos, aunque también depende del mago que lo esté haciendo. Hay uno precioso de un pañuelo que baila solo de forma mágica en el escenario y que está dentro del repertorio de los que hace mi marido, Manu Vera. Es muy, muy bonito y, cuando lo ves, sientes realmente la magia. Se llama el pañuelo bailarín.
¿Se imagina el mundo sin magia?
No. Y mira que me gusta hablar en positivo siempre. Cuando escribo un Whatsapp en vez de decir, “pues no te lo pierdas”, digo “tienes que venir, que lo vas a pasar, genial”. Pero en este caso, la respuesta es rotunda: no me imagino el mundo sin magia.
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