Redacción
El hundimiento del Titanic fue una catástrofe marítima ocurrida en la noche del 14 al 15 de abril de 1912, cuando el trasatlántico británico de la naviera White Star Line, que realizaba su viaje inaugural de Southampton a Nueva York, colisionó con un iceberg en el océano Atlántico, frente las costas de Terranova. La colisión se produjo en el lado de estribor a las 23:40 del 14 de abril, lo que provocó el hundimiento del barco en menos de tres horas, a las 02:20 del 15 de abril. Fallecieron 1496 personas por golpes diversos, caídas, ahogamiento o hipotermia, lo que convirtió a este naufragio en el más fatal de la época y en una de las mayores tragedias marítimas en tiempo de paz.
Aunque mucho se ha escrito sobre el Titanic, que acaba de cumplir 119 años desde que ocurriese una de las tragedias marítimas más sonadas de la historia, hay detalles que aún sorprenden, como la curiosa historia de unos caramelos de tofe españoles que viajaban en este barco con destino a Estados Unidos y cuya caja de metal se encontró entre los restos del barco.
Se trataba de los caramelos de Arrese, una empresa de Bilbao que, como cuenta la propia pastelería en su web, nació a mediados del siglo XIX. En 1850, Ildefonso Arrese, obligado por la revolución industrial que estaba acabando con las fraguas de Ochandio, se traslada a la capital. Su familia llevaba ocho generaciones trabajando en las famosas fraguas, pero al no poder competir con Altos Hornos de Bilbao, se vieron en la necesidad de buscarse una nueva forma de ganarse la vida.
Así, junto a su esposa Catalina llega a Bilbao y juntos abren un ultramarinos en la calle Bidebarrieta, donde ella pone a prueba su pasión por la repostería y en poco tiempo aquel ultramarinos deja de vender “de todo” para centrarse en sus dulces. En su obrador se fabricaban pasteles y tartas, pero también chocolates, bombones y unos caramelos que fueron pioneros en España, los tofe, elaborados con leche condensada. Tanta fama llegaron a tener que una mujer de la alta sociedad bilbaína quiso hacerlos llegar a unos amigos de Nueva York.
Según explica la empresa en su curiosa historia, una mañana entró una señora a comprar una caja de dos kilos de los famosos caramelos de tofe de la tienda que le había encargado una pareja amiga de la familia que se dirigía a Nueva York de luna de miel. El medio de transporte para ese viaje era el Titanic.
Al cabo de un par de meses, regresó la señora impresionada, porque acaba de enterarse que el barco en el que viajaban sus amigos, con los tofes, se había hundido y aún no sabía nada de ellos. Víctor Peñasco y Castellana y María Josefa Pérez de Soto son los siguientes protagonistas de la historia, los jóvenes de alta sociedad madrileña a los que la familia envió estos famosos caramelos, según cuenta la revista Divinity.
La pareja recibió en París el envío de origen bilbaíno, pero fue en el puerto de Cherburgo donde, junto a su doncella, subieron al Titanic destino a Nueva York. Tras el accidente marítimo, tanto María Josefa como la doncella que viajaba con la pareja consiguieron salvarse en uno de los botes reservados para mujeres e hijos. Víctor, por desgracia, falleció al hundirse en el trasatlántico junto a los famosos caramelos de Arrese.