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    El fútbol facilita la integración de mujeres refugiadas

    La Asociación Deportiva Ramassa, de Barcelona, impulsa la iniciativa para ayudar a mujeres que han vivido situaciones traumáticas

    Redacción

    Los lunes, cuando cae la tarde sobre las instalaciones deportivas de la Universitat de Barcelona, un grupo de mujeres ocupa el campo. Son de Argentina, Afganistán, Colombia, Nigeria, Rusia o Ucrania y comparten el mismo punto de partida. Son mujeres que han pedido asilo o han llegado como refugiadas.

    La Associació Esportiva Ramassà las reúne en un equipo que entrena una vez por semana y disputa amistosos puntuales. Lo que para unos es un entrenamiento deportivo, para ellas supone una red de apoyo que sostiene, integra y les devuelve certezas. El proyecto ha sido impulsada por la la Fundación La Caixa como parte de la Convocatoria de Proyectos Sociales Catalunya 2024.

    “Cuando vengo a entrenar me olvido de los papeles, de las noticias, de todo. Para mí ha sido una terapia mental y física”, dice Viktoriia, refugiada rusa que vive en Cataluña desde hace casi tres años. La crudeza de su relato contrasta con una sonrisa franca al rememorar el primer gol compartido, las bromas del vestuario, la sensación de empezar a pertenecer.

    Xavi Sureda, miembro de la junta de la A.E. Ramassà, es uno de los entrenadores voluntarios. Llegó al club atraído por la mezcla de fútbol y cooperación y hoy forma parte del corazón del proyecto: “Entrenamos hora y media y procuramos que una vez al mes haya un amistoso con otras entidades. Pero lo importante es ofrecer un espacio seguro: autoestima, evasión, compañerismo”. Sureda añade que “veo integración y cohesión entre las chicas. Y eso es precisamente el sentido del equipo”.

    La coordinación recae en María José Kaufmann, psicóloga chilena incorporada en septiembre. Su labor comienza en el césped y se despliega fuera de él: “Casi todas llegan a través de entidades sociales. Hacemos seguimiento individual, derivamos a cursos de idioma, trabajamos empleabilidad y construimos puentes”. Este semestre pondrán en marcha mentorías personalizadas para acompañar metas concretas.

    FORMACIÓN

    Antes de empezar la temporada, el equipo técnico recibió formación en trauma, consentimiento y creación de entornos cuidadosos como la revisión de rutinas como el saludo y el contacto físico durante los ejercicios para evitar malentendidos y microdiscriminaciones. Las sesiones arrancan en círculo, con dinámicas de cohesión; siguen ejercicios adaptados a niveles muy distintos y terminan con partido. Pero no todo es fútbol. También se proporcionan encuentros culturales que fomentan la fortaleza.

    Shagufa, de 19 años, tuvo que huir de Afganistán en 2021 tras la llegada de los talibanes. Pasó dos años en Pakistán antes de llegar a Barcelona. Una fundación la puso en contacto con la A.E. Ramassà: “Me da paz y seguridad. Aquí no solo jugamos: también nos ayudan con currículum, trabajo o ­cursos. Y me encantan las salidas ­culturales, sobre todo a los museos”.

    Otra de las integrantes, Rubi Cuervo, es colombiana y llegó a Barcelona en el 2023 en un momento de derrumbe personal. Fue una educadora de la entidad quien la empujó a entrar por primera vez en el entrenamiento. “Venía detrás de ella como si fuera mi escudo. No podía ni salir a la calle”, recuerda. El primer pase, la primera risa compartida, el primer amistoso cambiaron el tono de sus días: “Aprendí que la resiliencia existe; que a través de un juego podemos reconstruirnos. Este equipo me devolvió la confianza en la gente”. Hoy estudia catalán cada mañana, celebra las fotos de grupo “porque guardan alegrías” y sueña con “jugar mucho y que lleguen más chicas”.

    Aprendí que la resiliencia existe; que a través de un juego podemos reconstruirnos

    RUBI CUERVO

    Por otro lado, la fuerza de los referentes también ha llegado al campo. Aitana Bonmatí ha apadrinado al Ramassà a través de Relats Solidaris de l’Esport y ha compartido entrenamientos y conversaciones con las jugadoras. Para Viktoriia, que participó en un documental junto a la futbolista, ese gesto fue más que una visita: “Cuando recibió el tercer balón de oro, lloré; ahora el entrenamiento está siempre en mi agenda”.

    El club mantiene su tradición de cooperación internacional con viajes solidarios del equipo masculino. Como muchas jugadoras no pueden salir del país por su situación administrativa, la entidad prepara alternativas de proximidad para ellas: convivencia, trayectos cortos, vínculo largo. Porque la integración, lo saben en la A.E. Ramassà, empieza por sentirse parte de algo. Y pocas cosas unen tanto como un balón que echa a rodar al atardecer, cuando el césped se convierte en una casa común.

    Fuente: lavanguardia.com