El jurado ha valorado su profundo compromiso social que demuestra que la innovación puede estar al servicio de la humanidad
Redacción
La primera incubadora que diseñó el ingeniero Pablo Sánchez Bergasa (Pamplona, 1993) salvó la vida de Zoe, un bebé de Camerún que había nacido con 500 gramos de peso. El bebé iba a pasar a ser un descartado más, como tantos otros bebés prematuros que nacen en África y que acaban muriendo. Pero la in3ator, un aparato de bajo coste construido por estudiantes españoles, la mantuvo con vida.
> ¿Cómo surgió la idea? En la universidad CEO San Pablo. Un grupo de voluntarios viajó a Sierra Leona y vio la realidad: muchos bebés son descartados por ser prematuros y no tienen incubadoras. Se plantean buscar una alternativa para dar una esperanza de sobrevivir a estos bebés. Se hizo un pequeño prototipo y me enteré de la iniciativa. Soy ingeniero electrónico y quería ayudar. Justo después, el equipo se disolvió: el fundador fue padre, otro se fueron a Estados Unidos… A cada uno se le complicó el tiempo libre.
Tres años después, con mucho esfuerzo e ilusión y dificultades, logramos un modelo para poder fabricar y mandar. Ahí se unieron Los Salesianos. Dijeron que estaban haciendo piezas de ajedrez que tiraban a la chatarra y pensaron ¿Por qué no hacemos estas incubadoras? La primera fue de una ONG que desde Pamplona operaba en un hospital en Camerún. Tenían a bebés envueltos en papel de plata con un radiador al lado y nos dijeron que les encantaría tener una de esas incubadoras. Les dimos una y cuando llega al hospital, nació un bebé de 500 gramos.
> ¿Zoe? Sí. Le habían puesto una sábana encima para dejar que muriese. Pero lo pusieron en la incubadora para ver qué pasaba. No había nada que perder… Mi móvil está conectado a la incubadora y vi desde España que la incubadora se encendió, que tenía un bebé dentro. Hablé con el hospital y me dijeron “ni te preocupes, porque lo hemos puesto para probar. Este bebé lo habíamos descartado”. Pensé: “todo este esfuerzo y el primer bebé que ponen, va a morir”. Pero fueron pasando las horas y la incubadora seguía mandando datos del bebé, seguía vivo. Al mes y medio nos mandaron una foto ¡había sobrevivido! En el hospital lo llamaron “pequeño milagro”. Fue muy ilusionante y nos convenció de creer que había que enviar la incubadora donde más se necesitara. Fue la confirmación de que salva vidas.
> ¿Cuántas vidas ha salvado y Cuántas incubadoras hay ahora en marcha? Con este servicio de internet que disponemos, tenemos más de 30.000 horas de uso y hemos visto que han pasado 4.000 bebés a los que hemos dado un empujón para vivir. Ahora hay 220 incubadoras en marcha.
> ¿Están confeccionadas íntegramente en España? Sí. El cerebro o el alma es Medicina Abierta al Mundo, que somos los que hemos hecho el diseño y hacemos el seguimiento. El músculo, los que la construyen, son los Salesianos. Cada colegio, con sus medios, hace incubadoras. Y los pies del proyecto es la ONG Ayuda contenedores, que es la que nos ayuda a distribuir las incubadoras.
> ¿A qué países las llevan? A más de 30. Casi todas están en África, alguna en latinoamérica, en Asia… Tenemos en Nepal, porque las incubadoras son portátiles y se las llevaron unos sherpas escalando por la montaña. También hay en Ucrania. Nos gustaría llegar a Gaza, pero nos bloquean el envío. Es desgarrador
Son incubadoras con código abierto para que todo el mundo las pueda replicar. De lo que se trata es de que lo usen cuantos más hospitales, mejor. Cualquiera que tenga los medios y una necesidad, se pueda descargar los programas y tener la incubadora. Obviamente, la tenemos licenciada para que nadie pueda hacer algo abusivo, pero queremos que llegue hasta el último rincón.
Piensa que muchas veces la alternativa es una caja de zapatos
PABLO SANCHEZ
> Cuestan 350 euros ¿Qué las diferencia de las que cuestan 35.000? Haciendo una equivalencia con los coches, las incubadoras comerciales son Ferraris. Son más grandes, robustas, tiene muchas más funcionalidades… Unos filtros especiales para aislar de bacterias, sensores de oxígeno. Pero piensa que muchas veces la alternativa es una caja de zapatos. Por eso hicimos una incubadora que protegiese al bebé. Lo más importante es que caliente y eso es un reto técnico muy sencillo. Nuestras incubadoras calientan, humidifican y tienen fototerapia, que trata la ictericia. Con esas tres cosas somos capaces de salvar a un bebé de 500 gramos. No es nada cuantitativo, pero nos acercamos mucho a una incubadora comercial. Ojalá hubiera ferraris de incubadoras en todo el mundo. Hasta que llegue ese momento, esta es la primera defensa del prematuro.
> ¿En qué zonas hay más demanda? África subsahariana es donde hay más demanda. En las capitales hay más servicios, pero en las zonas rurales, si nace un bebé prematuro, lo descartan. En el mejor de los casos, tienen una ambulancia para llevarlo a otro hospital, pero son recorridos de horas. Y horas es demasiado para un bebé prematuro. La tasa de mortalidad es muy alta. Con estas incubadoras se les da una esperanza a estos bebés.
> ¿Qué repercusión ha tenido el premio a su proyecto? ¿Hay hospitales que se han interesado? Sí. Una de las personas que más nos asesora es el presidente de la asociación española de neonatología, Manuel Sánchez Luna. Hay un montón de pediatras de la universidad de Navarra, del hospital Gregorio Marañón, de La Paz, del Sant Joan de Déu… Mucha gente que nos da su opinión y es muy importante escuchar. Hay que escuchar a la gente que sabe aquí y a la gente que lo usa allí.
Fuente: LaVanguardia y fpdgi.org