Redacción
Lograr una longevidad saludable es uno de los principales desafíos de la comunidad médica. En un contexto de envejecimiento de la población mundial, el descubrimiento de moléculas y principios activos que ayuden a frenarlo es clave.
El envejecimiento no es una enfermedad, pero si trae aparejadas muchas patologías. Por ello, la comunidad científica decidió, hace una década, tratarlo como una enfermedad que aun no se ha manifestado, pero que, si no se hace nada, lo acabará haciendo.
Se están haciendo intervenciones y estudios en todo el mundo, de un modo mucho más practico porque ya se han identificado los mecanismos asociados al envejecimiento sobre los que se puede actuar.
Otro campo de estudio esencial es el de los efectos del ejercicio físico. Su práctica regular ha demostrado múltiples beneficios, desde complementar el tratamiento de enfermedades como el cáncer a minimizar los trastornos asociados al envejecimiento. Por ello, los científicos buscan la manera de reproducir algunos de ellos y “formularlos” en una pastilla, o al menos entender cómo se consiguen para poder reproducirlos en diferentes contextos.

En esta línea trabaja uno de los de los grupos de estudio más destacados a nivel internacional, que es el que lidera el español Juan Carlos Izpisúa, fundador y director del Instituto de Ciencias de San Diego de Altos Labs. Su último descubrimiento, en colaboración con científicos de la Academia de Ciencias China, ha sido el de una molécula producida por los riñones y que se encuentra en ciertos alimentos como el marisco o la remolacha: la biotina, que ha demostrado retrasar algunos signos del envejecimiento, cuando se alimenta con ella a ratones.
Por ahora, no hay fármaco comparable al ejercicio. Practicarlo agudiza la mente, y tiene el poder de calmar la inflamación y reunir las células para reparar el tejido dañado. Además, ayuda a mantener a raya algunas enfermedades o aliviar sus síntomas. “La actividad física es una forma reconocida, eficiente y de bajo costo para promover la salud y combatir el envejecimiento”, dice Guanghui Liu, quien estudia medicina regenerativa en la Academia China de Ciencias, en Beijing. “Pero sus mecanismos moleculares a nivel profundo aún no están completamente claros”.
Para obtener más información, Liu y sus colaboradores solicitaron la ayuda de 13 hombres jóvenes sanos dispuestos a poner en pausa sus objetivos de acondicionamiento físico y a descansar durante 45 días de actividad física limitada.
Después de eso, los voluntarios corrían 5 kilómetros cada uno o dos días. Los investigadores tomaron muestras de sangre y heces y varias mediciones fisiológicas de los hombres después de su descanso de 45 días, y nuevamente después de 25 días de su nueva rutina de carrera.

Un análisis detallado de esas muestras reveló hasta qué punto el ejercicio remodela el cuerpo a nivel molecular. Después de 25 días de correr regularmente, hubo cambios en las células inmunitarias, el metabolismo de los lípidos y el microbioma intestinal, entre otros.
Uno de los mayores cambios fue en la abundancia de betaína. Siguiendo estos resultados en ratones, el equipo descubrió que el ejercicio inducía la producción de betaína principalmente en sus riñones. También descubrieron que la molécula se une e inhibe una proteína llamada TBK1, que se sabe que promueve el envejecimiento en células y órganos.
Además, los ratones viejos que bebieron agua enriquecida con betaína tenían músculos más fuertes, menos inflamación y una piel más joven que los del grupo control, que no recibieron el suplemento.
Fuente: msn