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    Todo lo que cuentan las hojas de las plantas

    Redacción

    Pueden ser grandes, pequeñas, velludas, cerosas, de formas y bordes variados. También muestran lo que le ocurre al vegetal, y gracias a las hojas se pueden saber cosas de su pasado y de su futuro o de cómo cuidarlo

    El destino de las plantas también se escribe en sus hojas. Nos hablan de su pasado, de su presente, de su futuro. Como las líneas de la mano para los quiromantes, las hojas cuentan el devenir del vegetal, de dónde viene y hacia dónde va. Lo más habitual es que se orienten hacia la fuente de mayor luminosidad.

    Si la planta está en el interior de una casa, mirará para la ventana más próxima, si es que tiene hojas que pueda dirigir hacia ella. La luz es el motor de arranque de cualquier planta, lo que enciende el metabolismo vegetal, en conjunción con otros factores como una temperatura apropiada, y las hojas son trabajadoras eficientes en la búsqueda de esa luz.

    Algunas de las dudas más habituales de los amantes de la jardinería hacen referencia a los cambios de color en las hojas de aquellas plantas que cultivan. Unas hojas que amarillean suelen crear desazón, pero no siempre han de ser motivo de alarma. Así ocurriría, por ejemplo, con las hojas viejas que decaen, en beneficio de la brotación de hojas nuevas. Como en un relevo generacional lógico, las hojas más internas del vegetal se volverán de color amarillo, lo que significa que están cediendo sus nutrientes móviles a las hojas frescas y nuevas, mejor situadas en el extremo de los tallos.

    Esta nueva generación de hojas es la que obtendrá más energía para la planta, por estar mejor situadas y tener una maquinaria fotosintética a estrenar. Por eso, cada vez que se vea ese amarilleamiento, habrá que notar a continuación si hay hojas nuevas en las puntas: significará entonces que todo está en orden.

    Por el contrario, si lo que se observa es que las hojas viejas ceden toda la energía a las nuevas, pero hay muy pocas hojas en el extremo del tallo, hay una probabilidad muy alta de que lo que pida esa planta sea un abonado. En este caso, lo que ocurre ante la falta de nutrición es que la planta desgasta sus propias reservas más rápido que lo que produce hojas nuevas, y consume sus propias hojas para alimentar a las nuevas. Estas, además, suelen ser raquíticas y sin vigor. Un buen abonado revertirá esta situación tan dramática.

    CRECIMIENTO

    No hay nada eterno, tampoco las hojas de un vegetal, aunque hay una planta que se empeña en desmentir esta máxima, como es Welwitschia mirabilis y sus dos únicas hojas, que viven miles de años. Es cierto que sí que se renuevan, al crecer desde su base todos los años sin descanso, por lo que las hojas que vemos hoy no tienen los mismos tejidos que hace 200 años.

    Otras plantas comparten este minimalismo de crear solamente dos hojas, como ocurre con los litops (Lithops spp.), pero ellos sí que las renuevan y cambian por completo anualmente. Otras especies no son tan exiguas y generan decenas de miles de hojas, como el haya (Fagus sylvatica), uno de los árboles con mayor proporción de hojas en su anatomía. Y, en el otro extremo, también están las especies que no tienen ni una sola hoja, pero esa es otra historia.

    El destino de las plantas también se escribe en sus hojas

    Si las hojas clarean en exceso, cuando debieran tener un color más oscuro y vivo, una de las causas habría que buscarla de nuevo en la falta de nutrientes. Pero ese descoloramiento también puede deberse a la falta de luz, como le ocurre al amor de hombre púrpura (Tradescantia pallida), una especie que es habitual que claree cuando se la somete a bajas iluminaciones, sin que pueda adquirir su atractivo color.

    Ojo, también se buscan esos cultivares con hojas muy blancas, pálidas o con tonos crema. Algunas, como el aglaonema ‘White Joy’ tiene tan poca clorofila en sus hojas que es un milagro que pueda realizar la fotosíntesis, una de las funciones básicas de los vegetales, imprescindible para su supervivencia —y la nuestra—. Para mantener la vitalidad de este cultivar se ha de mantener muy cerca de una ventana, pero sin sol directo. Y es que, con ese sol, sus tejidos pueden quemarse fácilmente, al ser muy tiernos, ya que no cuentan con la fotoprotección que les daría el pigmento verde que es la clorofila.

    Fuente: elpais.com