Redacción
Una Fundación ambientalista lleva a los niños de una zona contaminada a las afueras de la capital argentina a visitar proyectos de recuperación de tierras degradas. Los menores sienten la emoción de su primer contacto con el campo.
Una abogada ambientalista ha contado a Noticias ONU cómo niños y adolescentes de algunos de los barrios más vulnerables de Buenos Aires, la capital de Argentina, se han emocionado hasta las lágrimas tras encontrarse por primera vez con la naturaleza.
Ana Di Pangracio trabaja para la organización de la sociedad civil Fundación Ambiente y Recursos Naturales, que participa en proyectos de recuperación de tierras degradadas en Argentina.
Di Pangracio habló con Noticias ONU en Riad, capital de Arabia Saudí, donde asiste a la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (COP16) centrada en la degradación de los suelos, la sequía y la recuperación de tierras.
La letrada trabaja en la cuenca de Matanza Riachuelo, una zona contaminada en las afueras de Buenos Aires, donde viven unos 4,5 millones de personas, muchas de ellas en situación de vulnerabilidad socioambiental u otras circunstancias difíciles.
Las actividades de restauración que lleva a cabo su Fundación incluyen la plantación de flora autóctona y la eliminación de especies invasoras no autóctonas en unas 4,5 hectáreas, así como la construcción de miradores y senderos interpretativos y la limpieza de vertederos ilegales.
“Parte de nuestro trabajo consiste en acercar a la gente, sobre todo a los jóvenes, a este humedal natural restaurado. Muchos viven cerca, en zonas muy urbanas y urbanizadas, y pueden proceder de entornos difíciles o violentos, pero nunca han visto esta tierra o ni siquiera sabían de su existencia”, explica Di Pangracio.
Los niños también cuentan la experiencia a sus amigos y profesores, y de esa forma la Fundación recibr más visitantes.
El trabajo de la Fundación tiene un componente educativo, ya que enseña a los niños la importancia de proteger los humedales, pero también las praderas y los bosques autóctonos adyacentes.
“Me dedico a la observación de aves y, aunque no soy una experta, disfruto mostrando a nuestros visitantes mi ave favorita, el carancho, que es un pájaro muy inteligente y divertido que se puede ver en toda Argentina, incluso en zonas urbanas. Es mi forma de conectar con la naturaleza”, comenta.
El reconocimiento de que el derecho a un medio ambiente sano es un derecho humano sustenta todo el trabajo de la Fundación.
En Argentina hay mucha pérdida de tierras, incluidas zonas degradadas por la sequía. En 2020, se registró una sequía de tres años, la peor en más de 60 años. Esto tuvo graves repercusiones sociales y medioambientales.
Di Pangracio destaca la importancia de participar en la COP16, ya que brinda la oportunidad de comprometerse con los grupos de la sociedad civil y de considerar la interfaz entre la política nacional y la mundial en una serie de cuestiones como la restauración de la tierra y la biodiversidad.
En la Convención de Lucha contra la Desertificación, la cuestión de la tenencia de la tierra, reflejada en las decisiones de la COP, también fue promovida por las organizaciones de la sociedad civil.
El proceso de estas reuniones facilita la inclusión, ya que la sociedad civil puede acceder a las sesiones plenarias y hacer declaraciones, por lo que se nos escucha.
“Somos conscientes de que en de otros foros internacionales, como las COP de la ONU sobre el clima, no tienen el mismo nivel de acceso”.
Hemos recibido una subvención de la Global Land Initiative del G20 y vamos a presentar nuestro trabajo en la reunión de Riad. Esta ayuda nos permitirá seguir trabajando en la cuenca Matanza Riachuelo.
Fuente: news.un.org