Rejoice Muzamani estudia para preparar su próximo trabajo durante los exámenes de fin de curso en la escuela primaria Mwenje de Chiredzi
Redacción
A esta niña de 13 años, que cursa el séptimo y último curso de primaria, no le preocupa salir temprano de la escuela para hacer el trayecto de siete kilómetros de vuelta a casa antes del anochecer, arriesgándose a sufrir ataques de animales salvajes.
Muzamani, que se queda con su abuela porque sus padres viven en la vecina Sudáfrica, llegará igualmente a tiempo porque pedalea por la estrecha carretera de tierra sin asfaltar de esta parte de la provincia de Masvingo. «Llego a la escuela a tiempo y no tengo que perder ninguna clase», comentó, añadiendo que, aunque era la primera vez que tenía una bicicleta, aprender a montarla fue más fácil con la ayuda de sus amigos. «También vuelvo a casa a la hora prevista, dejando tiempo suficiente para hacer los deberes», detalla.
Construidas para largas distancias y terrenos accidentados, las bicicletas Buffalo ayudan a mantener a las niñas vulnerables en las escuelas de las zonas rurales. Muzamani, que recibió la suya a mediados de 2021, es una de los más de 62 248 estudiantes de Zimbabue que han recibido bicicletas desde 2009 gracias a una organización benéfica con sede en Estados Unidos, World Bicycle Relief.
Nacida en una familia de cinco miembros, Muzamani vive en una de las regiones más remotas y pobres de Zimbabue, donde la escasez de escuelas obliga a muchos a caminar hasta 20 kilómetros para llegar a la escuela más cercana. En las zonas rurales de Zimbabue, las niñas se enfrentan a un sinfín de dificultades a la hora de proseguir su educación.
De niña, Muzamani, como parte de la tradición, debe realizar las tareas domésticas: cocinar para la familia y limpiar la casa. Esto le roba la mayor parte de su tiempo y no puede permitirse perderlo caminando largas distancias hasta la escuela.
DIFICULTADES
Los ataques de las hienas también son una amenaza para estas niñas en zonas rurales rodeadas de reservas de caza. «Solía llegar tarde y perder clases. Me sentía deprimida. A pesar de levantarme temprano por la mañana, era difícil llegar a tiempo a la escuela debido a las tareas domésticas», cuenta Muzamani. «Recuerdo un día de invierno, estaba tan oscuro que tenía miedo de ir a la escuela. Empecé a caminar junto con los demás. Tampoco podía hacer los deberes porque no teníamos electricidad. Tengo que llegar pronto a casa y aprovechar la luz del día», rememora.
Aún estaba en primaria cuando estuve a punto de abandonar
FAITH MACHAVI
Faith Machavi, alumna de la escuela secundaria de Mwenje Dumisani, cuenta que algunas de sus amigas abandonaron los estudios y otras se casaron pronto debido a las largas distancias que había que recorrer para ir a la escuela.
«Recuerdo que cuando aún estaba en primaria estuve a punto de abandonar. Le dije a mi madre que estaba cansada y que no podía seguir así. Caminar todos los días a la escuela con el trasfondo de ser una niña de la que se espera que haga todas las tareas domésticas es desmoralizador», dice, y añade que su deseo de ser abogada la mantuvo en pie. «En algún momento, me quedé en el monte hasta que salían los demás y me unía a ellos para volver a casa», cuenta.
Fuente: ipsnoticias.net