A partir del tósigo del insecto, científicos de Belo Horizonte crearon una molécula sintética
Redacción
La araña bananera, cuyo nombre científico es “phoneutria nigriventer“, vive en América del Sur, y recibió su apodo porque solía encontrarse cerca de las plantaciones de banano.
Mide unos quince centímetros, tiene ocho patas peludas y su veneno es puede matar. La toxina de esta especie, una de las más venenosas del mundo, suele causar un síntoma en los hombres a los que pica: priapismo, una erección dolorosa y prolongada.
La investigadora María Elena de Lima, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), explicó que el veneno “sólo se utiliza para conocer las propiedades de las moléculas que causan el priapismo” y que en el laboratoria crearon “una molécula sintética mucho más simple y menos tóxica”.
Las gotas del tósigo se extraen al estimular los quelíceros de los ejemplares, los ganchos con los que este insecto muerde a sus víctimas.
Los estudios que condujeron al hallazgo comenzaron hace 30 años, cuando se creó un grupo de investigación sobre el veneno de este animal, dijo Marcia Helena Borges, investigadora de la Fundación Ezequiel Dias (Funed).
La pomada debe frotarse en el pene cuando se desea una erección y puede hacer efecto en pocos minutos, según explicaron los científicos.
María Elena de Lima aseguró que lo descubierto puede ir más allá de una solución para la disfunción eréctil y podría resultar útil en la lucha contra el cáncer de próstata.
“Muchos hombres se niegan a someterse a una prostatectomía radical (extirpación de la glándula prostática) en caso de cáncer, porque provoca disfunción eréctil”.
Estos problemas se deben a que los nervios eréctiles resultan dañados por la extirpación de la próstata. Pero la molécula inspirada en el veneno de la araña bananera activa la producción de óxido nítrico, esencial para la erección. Este puede ser producido por los nervios, pero también por otras células sobre las que actúa el gel.
Se estima que pronto comenzará la segunda de las tres fases de pruebas necesarias para que las autoridades sanitarias aprueben la pomada y pueda ser comercializada.
En esa fase, se compararán los efectos en pacientes a los que se ha extirpado la próstata y en los que no.
“Se trata de una investigación basada en nuestra biodiversidad, que hay que promover”, dijo la experta de la UFMG. “Es necesario que la gente entienda que no debemos matar a los animales, ni siquiera a los venenosos, porque son como una biblioteca de moléculas aún desconocidas”.
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