Redacción
Después de la Segunda Guerra Mundial la conquista del espacio se convirtió en tablero en el que competían la Unión Soviética y Estados Unidos. Querían ser los primeros de la historia en hitos como el primer vuelo tripulado o pisar la Luna para liderar la Guerra Fría. Paradójicamente, esa competición una perra, Laika, sería protagonista de uno de los grandes momentos de la humanidad hasta que su nave se desintegró el 14 de abril de 1958 por el contacto con al atmósfera al regresar a la Tierra. No obstante, algunos aspectos de su hazaña se aderezaron con las mentiras de la propaganda.
Lo primero es que la perra inmortalizada como Laika no se llamaba así. El nombre que le habían dado a este ejemplar de raza mestiza era Kudryavka (“pequeña de pelo rizado”, en ruso). Se ganó el apodo de Laika (“ladradora”, en ruso), durante el período de selección con otras perras para ser el primer animal que se iba a poner en órbita.
A pesar de su sobrenombre, fue elegida por ser la que mejor se había adaptado con serenidad durante las pruebas en cápsulas presurizadas durante días o cambios en la presión de aire que se efectuaron como preparación de los animales cosmonautas. Únicamente había hembras en la preselección porque su tamaño podía adaptarse más al satélite que iban a lanzar al espacio y porque se consideraban más dóciles.
El segundo punto a tener en cuenta es que Laika no fue el primer perro en el espacio. De hecho, los soviéticos disponían de un programa específico que había lanzado en trayectoria vertical cohetes con canes que se habían quedado en el límite de altura adecuado para no entrar en órbita. En estas misiones incluso se preparaba el viaje de vuelta con una paracaídas que amortiguaba el regreso del aparato, algo que no estaba previsto en la misión de la histórica cosmonauta.
La tercera cuestión que se ha puesto entre interrogantes con la desclasificación de los documento oficiales soviéticos en el siglo XXI es si Laika realmente se mantuvo con vida hasta que el satélite Sputnik 2 empezó sus movimientos de órbita en torno a la Tierra. “Murió poco después del lanzamiento”, había revelado el doctor y entrenador de perros cosmonautas Oleg Gazenko. “La temperatura dentro de la nave después de la cuarta órbita llegó a los noventa grados”, confirmó 30 años después como la hipótesis más previsible de la muerte.
Los cálculos apuntan a que Laika no pudo mantenerse con vida más de 400 minutos en el espacio. Sin embargo, puede que incluso su supervivencia fuera más corta. Según los datos registrados por los ingenieros soviéticos, durante el lanzamiento la perra sufrió un estrés que hizo que el ritmo de su latido se triplicara y que la velocidad de su respiración se acelerara hasta cuatro veces lo normal. Después, esperaba un impacto de fuerzas G cinco veces superior al del planeta Tierra que podría haber sido su sentencia final.
El sacrificio de Laika para la humanidad
Los científicos que habían enviado a la perra al espacio sabían que era una misión suicida, pero al mismo tiempo mandaron un mensaje de esperanza para la humanidad. Gracias al experimento se pudo comprobar que un hombre podía sobrevivir al lanzamiento para dirigirse al espacio. Yuri Gagarin sería el primer nombre que se beneficiaría con este conocimiento al convertirse en el año 1968 en el primer humano en viajar al espacio.
Además, la prueba reveló algunos detalles que fueron corregidos en misiones posteriores. Por ejemplo, las altas temperaturas registradas en la cabina se debían a que el satélite Sputnik 2 se mantuvo en órbita a la luz directa del sol.
En lo que se refiere a Laika, la propaganda soviética convirtió a la perra en una heroína y referente de su posición puntera en tecnología. Los homenajes se sucedieron tras el vuelo e incluso se propagó el rumor de que había sobrevivido una semana de los 163 días que el Sputnik 2 orbitó en torno a la Tierra.
La realidad es que 65 años después del regreso fallido de la cápsula es uno de los perros más conocidos de la historia en todo el mundo, aunque sea como Laika y no como Kudryavka.
Fuente: Men’s Health