Redacción
¿Has oído hablar alguna vez del oro azul? El lapislázuli era tan preciado para los antiguos egipcios que llegaron a llamarlo así. Era un importantísimo símbolo de buena suerte, y su característico color azul salpicado de dorado les recordaba al cielo. Tal era la potente energía que se asociaba a la piedra semipreciosa que podemos encontrarla en la tumba de Tutankamón en forma de escarabajo gigante.
Si eres fan de las piedras espirituales y sus propiedades, sabrás que así como el cuarzo rosa es la piedra del amor, el lapislázuli es considerada la piedra de la comunicación: está íntimamente relacionada con la voz y la garganta, y se dice que dará confianza a quien la lleva y estimulará su poder de palabra. No es de sorprender que esté vinculada al ojo frontal o tercer ojo, lo que permite ampliar la visión del mundo y actuar sobre la intuición, la clarividencia y la paz interior. Cuando se encuentra en desequilibrio se manifiesta un complejo de inferioridad o de superioridad, que son fruto del miedo, la timidez o la falta de confianza.
Eso no es todo, es también la piedra protectora y de la sanación. Está vinculada a numerosos chakras del cuerpo, por lo que es espiritualmente muy poderosa. Sus propiedades van desde desprender el estrés y aportar calma, hasta la armonización mental, emocional y física. También es una magnífica aliada en cuestiones curativas: se la ha asociado al fortalecimiento del sistema inmunológico, respiratorio y nervioso.
Beneficios y usos del lapislázuli
¿Cómo aprovechar al máximo los beneficios de esta piedra? Depende de lo que estemos buscando. Al estar íntimamente vinculada con la comunicación, lo mejor es colocarla en la garganta o en la frente, cerca del tercero ojo. Otra opción sería sobre el esternón, o sobre la parte alta de la cabeza, si queremos que actúe sobre las migrañas o que ayude a la concentración. Si lo que nos gustaría es conciliar mejor el sueño y descansar, la dejaremos debajo de la almohada.
El lapislázuli se ha utilizado en todo tipo de accesorios, como pulseras o collares, pero también es muy popular en decoración como elemento ornamental, ya que atrae vibras positivas al espacio donde se encuentra y elimina la toxicidad.
Lo más importante: la piedra no debe entrar en contacto con químicos, agua caliente o sal, si quieres conservarla en perfecto estado. Para purificarla lo ideal es utilizar agua a temperatura ambiente y limpiarla con un paño suave, como una toalla de baño o un algodón. Después, se debe guardar en un lugar seco y fresco. ¡Muy fácil! Te recomendamos utilizar un joyero con piedras frías calmantes.
Una vez hemos limpiado la piedra, es el momento de cargarla de nuevo. Se recomienda dejarla expuesta a la luz de la luna durante varias horas, así podrá recuperar sus energías. Las propiedades del lapislázuli pueden ser potenciadas al juntarla con otras piedras, como la amatista y el cuarzo, especialmente el rosa y el verde. Si las combinamos actuarán sobre las sensaciones de temor, incertidumbre y amargura, ayudando a que estas disminuyan.
Fuente: Cosmopolitan