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    Tu dispositivo inteligente podrá sentir tus alegrías y tus miedos

    Redacción

    ¿Y si tu dispositivo inteligente pudiera empatizar contigo? Hay una nueva tecnología en evolución, conocida como informática afectiva, que puede hacerlo realidad. Científicos e ingenieros están desarrollando sistemas y dispositivos capaces de reconocer, interpretar, procesar y simular sentimientos humanos. Es una tecnología interdisciplinaria que abarca la informática, la psicología y la ciencia cognitiva. Sus orígenes se remontan a antiguas investigaciones filosóficas sobre la emotividad, pero su versión moderna tuvo su inicio en 1995, en un artículo de Rosalind Picard sobre la «informática afectiva».

    Cuantos más dispositivos inteligentes utilicemos, más desearemos que se porten de forma «educada» y con «saber estar». No queremos que nos agobien con información sin importancia o con un exceso de datos. Pero, para que demuestren sentido común, tienen que «entender» nuestro estado emotivo. Ya empezamos a ver sistemas que realizan en esta línea funciones concretas y predefinidas: por ejemplo, cambiar en tiempo real el modo en que se presentan las preguntas de un cuestionario, o recomendar un conjunto de vídeos en un programa educativo para que se adapte al estado de ánimo de los alumnos.

    ¿Cómo podemos hacer que un dispositivo responda a tu estado emocional? Los investigadores emplean sensores, micrófonos y cámaras controlados por nuevos programas de software. Un dispositivo capaz de detectar emociones y otros estímulos de un usuario y responder adecuadamente puede recoger señales de diversas fuentes. Las expresiones del rostro, la postura, los gestos, el habla, la fuerza o ritmo de las pulsaciones de las teclas e incluso los cambios de temperatura de la mano sobre el ratón pueden permitir a un ordenador detectar e interpretar cambios afectivos. Una cámara integrada puede captar imágenes del usuario. Se están explorando tecnologías de reconocimiento de voz, gestos y rostro para aplicaciones de informática afectiva.

    Se pueden detectar estados emocionales mediante los gestos, sobre todo junto con el reconocimiento del habla y del rostro.

    Solo con analizar el habla, un ordenador puede observar innumerables variables que indican reacciones y cambios afectivos. Por ejemplo, el ritmo, el acento, el tono y su rango, un descenso final de tono, la frecuencia de subidas y bajadas, la respiración, el brillo de la voz, el volumen y las discontinuidades en el patrón de pausas o tonalidad.

    También se pueden detectar estados emocionales mediante los gestos, sobre todo junto con el reconocimiento del habla y del rostro. Los gestos pueden ser simples reacciones reflejas, como encogerse de hombros cuando no se sabe la respuesta a una pregunta. O pueden ser complejos y llenos de significado, como el lenguaje de signos.

    Un tercer enfoque es detectar cambios en los signos fisiológicos. Estos signos incluyen el pulso y la frecuencia cardíaca, o incluso minúsculas contracciones de los músculos del rostro. Se pueden vigilar las pulsaciones del volumen sanguíneo, así como lo que se conoce como  respuesta galvánica de la piel. Este campo de investigación es nuevo, pero ya gana impulso y empezamos a ver productos reales que emplean estas técnicas.

    Reconocer la información emocional exige detectar pautas significativas en los datos captados. Algunos investigadores emplean técnicas de aprendizaje automático o machine learning para vislumbrar estos patrones.

    Ahora bien, detectar emociones en las personas es una cosa. Pero también se trabaja en ordenadores que parecen mostrar emociones propias. Ya se utilizan sistemas que simulan emociones en bots de conversación telefónica y online automatizados para facilitar la interactividad entre la máquina y el usuario humano.

    App

    Hay muchas aplicaciones posibles para la informática afectiva. Por ejemplo, en la enseñanza. La informática afectiva puede ayudar a resolver uno de los mayores inconvenientes del aprendizaje online frente al presencial: la dificultad con que se encuentran los profesores para adaptar la situación pedagógica al estado emocional de los alumnos. En las aplicaciones de aprendizaje electrónico o e-learning, la informática afectiva ajusta el estilo de presentación de un tutor informático según el alumno se muestre aburrido, interesado, frustrado o satisfecho. Los servicios de salud mental también utilizan aplicaciones de informática afectiva para determinar el estado emocional del cliente.

    Los sistemas robóticos capaces de procesar información afectiva mejoran la funcionalidad de los profesionales humanos en entornos complejos. Los dispositivos de compañía, como las mascotas digitales, pueden utilizar capacidades de informática afectiva para aumentar su realismo y mostrar un mayor grado de autonomía.

    Muchas universidades han trabajado en profundidad sobre la informática afectiva. Los proyectos resultantes incluyen el  galvactivador, un buen punto de partida. Se trata de un guante que detecta la conductividad de la piel y envía los valores a una pantalla LED. Una conductividad de la piel en la palma de la mano aumentada indica excitación fisiológica, y la pantalla se ilumina. Esto puede tener aplicaciones útiles, como la auto-retroalimentación para gestionar el estrés, un apoyo a una conversación entre dos personas, o la visualización de la atención durante el aprendizaje. Como parte de la revolución en informática en forma de accesorio personal o wearable, la informática afectiva está a punto de ser ampliamente aceptada, y habrá infinitas aplicaciones en muchos aspectos de nuestras vidas.

    Una de esas aplicaciones será su uso en las aplicaciones del «metaverso», para humanizar a cada avatar y añadir la emoción como quinta dimensión, abriendo así posibilidades ilimitadas. Pero todos estos avances en informática afectiva que harán que las máquinas sean más humanas se enfrentan a desafíos: la seguridad, protección y privacidad, o SSP por sus siglas en inglés, y los tres pilares del usuario online. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero unas directrices claras sobre qué, dónde y quién utilizará los datos harán que el hardware y el software de la informática afectiva se acepten más rápidamente. Así, no se sustituirá el dolor físico por el dolor mental de los miedos relativos a la privacidad y seguridad de datos.

    Fuente: Ahmed Banafa (BBVA)