De los padrinos del gran cine cómico de la etapa muda, como fueron Charles Chaplin o Buster Keaton, no podía faltar… Harold Lloyd
Redacción
Nació el 20 de Abril de 1893 en Burchard, Nebraska, EE. UU. Falleció el 08 de Marzo de 1971 en Beverly Hills, Los Angeles, California, EE.UU.
Tenía un talento natural para el género, y ha sabido despertar la carcajada a varias generaciones de espectadores.
Es reconocido internacionalmente como “el hombre de las gafas, colgando del reloj”. Ese momento de su película Safety Last! ha llegado a simbolizar el cine mudo.
Era el segundo de dos hermanos, y bien podría decirse que de su padre James ‘Foxie’ heredó su gusto por la aventura y de su madre Elizabeth, su gusto por la interpretación.
Debutó en los escenarios con 12 años, en un papelito en la representación de Tess of d’Ubervilles, según la novela de Thomas Hardy, montada por la compañía Burwood Stock de Omaha. Harold era acomodador del teatro, y su simpatía empujó a uno de los actores, John Lane Connor, a respaldar al pequeño; allí quedó patente su talento natural, que sería confirmado y mejorado por la posterior formación académica. Pero le atrajo el denominado, cinematógrafo, y ya desde 1913 tuvo una muy prolífica presencia en la pantalla, que se prolongaría hasta 1947.
En 1914 conocerá a Hal Roach, productor de un millar de filmes, y considerado el descubridor de su talento cómico, así como el de los populares Stan Laurel y Oliver Hardy. Entonces era un extra, pero una herencia le permitió producir sus propias películas con Lloyd. Iniciaron una serie de películas, donde la referencia era Charlot. Pero Lloyd deseaba algo más personal, un personaje con el que se sintiera más a gusto. De modo que nació Solitario Luke. Pero realmente no fue hasta 1917 cuando dieron él y Roach con la composición ideal. Lloyd, “el chico”, sería un personaje espigado, optimista y de perpetua sonrisa, con gafas de pasta y sombrero de paja, que se pudo ver por primera vez en Sobre la valla. Como Charlot, él también debería superar mil y un obstáculos, pero lo haría de un modo más desenfado y simpático, sin el egoísmo típico del pequeño vagabundo.
Compañera de reparto de muchos de los primeros cortos de Lloyd fue Bebe Daniels, que también se convertiría en su novia, pareja habitual en todos los compromisos sociales. En 1919 se emparejó en la pantalla con Mildred Davis hasta 1923, año en que ambos contrajeron matrimonio. Permanecerían casados hasta la muerte de Mildred en 1969, y tuvieron tres hijos. En las películas el actor contaría a partir de entonces, como compañera femenina, con Jobyna Ralston y Barbara Kent entre otras.
Con su propia compañía de producción, y un equipo de colaboradores habituales, las cosas irían como la seda. Se trabajaba a buen ritmo, y a partir de tramas sencillas, que encadenaban bien los elaborados y muy bien coreografiados gags, estupendamente acompañados por los irónicos rótulos de H.C. Walker, los filmes irían ganando en complejidad y duración; en 1921 hizo Marino de agua dulce, que duraba 45 minutos, y empezó a alcanzar cotas maestras en títulos como El mimado de la abuelita (1922), El hombre mosca (1923) –su imagen trepadora y colgando del reloj de un edificio es un icono de la historia del cine– El tenorio tímido (1924), Casado y con suegra (1924) y El estudiante novato (1925). La realización de filmes se iría espaciando para ganar en perfección técnica y artística. Se trasladó con éxito a un entorno rural en El hermanito (1927) y era un fan de béisbol en Relámpago (1928), donde el mítico jugador Babe Ruth demostró inesperadas dotes actorales.
Las persecuciones y acrobacias serían marca de fábrica de Lloyd, que se implicaba mucho físicamente en las películas. Confesaba el actor que “el momento más dramático de mi vida fue aquel en el que estuve a punto de perderla”, pero prefirió que el público lo ignorara de momento.
Resulta difícil destacar un gag por encima de otro en la filmografía de Lloyd. Camuflado detrás de un abrigo, colgado de un perchero; dando un ridículo paso de baile como saludo universitario; agachándose para provocar la caída de su oponente; dando una azotaina a una ‘flapper’; con el velo de su suegra tapándole la visibilidad en el automóvil; volando encima de una viga que maneja una grúa; ensayando métodos variados para quitarse la vida… Los recuerdos se multiplican, y en todos domina la amplia sonrisa, que se convierte en cara de sorpresa y perplejidad; o la tierna mirada del enamorado; o ese rostro decidido a acometer una arriesgada empresa. Genial Lloyd, más expresivo que nunca cuando el cine no hablaba.
Pero el cine rompió a hablar. Y muchos no lo llevaron bien. Harold Lloyd es de los que mejor cara supo poner al tiempo que llegaba, pero sus títulos sonoros distan bastante de la genialidad de su etapa muda.
En general los filmes con sonido de Lloyd adolecen de un uso de la música demasiado sobrio, lo que les perjudica. En cualquier caso siguió ofreciendo acrobacias.
Harold Lloyd tuvo una jubilación cómoda, al ser el propietario de los derechos de sus películas. Pudo entonces dedicarse a sus hobbies, por ejemplo el de la fotografía o los viajes. En 1953 recibiría un Oscar honorífico por su carrera. En el entorno familiar no faltaron penas, que sobrellevó del mejor modo posible. La muerte le llegaría dos años después de fallecer su esposa, en 1971, a causa de un cáncer de próstata.
Fuente: De Cine21