Existen diversas teorías del por qué botones o cremalleras varían su posición de cierre dependiendo de si es una prenda femenina (lado izquierdo) o masculina (lado derecho)
Mónica Ledesma/ Noticiaspositivas.press
Aunque es algo cotidiano y nos pase desapercibido, la ropa de mujer y de hombre se abotona hacia lados contrarios. La posición de los botones, cremalleras y cualquier otro cierre depende de si se trata de una prenda femenina o masculina. La de mujer se abrocha hacia la derecha, y la de hombre, hacia la izquierda.
De origen incierto, existen algunas teorías que tratan de explicar el por qué de esta distinción, pues no hay una razón funcional para tal diferenciación, dado que el 70% de la población mundial es diestra. Pero lo cierto es que se trata de una tradición que ha perdurado desde alrededor del siglo XIX y que la mayoría de historiadores de la moda achaca al ego de Napoleón Bonaparte, cuando el emperador francés ordenó que sus camisas se elaboraran con los botones del lado contrario para que ya no pudieran imitarlo en su conocida pose con el brazo izquierdo doblado en un ángulo de 90° y la mano metida entre los botones de su camisa.
No obstante, hay más teorías que podrían dar la clave a esta curiosidad a la hora de abrochar las prendas entre sexos. Una de ellas es que la colocación de los botones podría responder a la comodidad de las sirvientas, pues en el Renacimiento y la época victoriana, los vestidos se confeccionaban con gasa, tul y sedas, estaban intensamente adornados, y se completaban con diversas capas de enaguas e incomodos corsés. La complejidad de los vestidos usados por las mujeres adineradas les impedía vestirse de manera autónoma, por lo que para facilitar la labor los sastres decidieron intercambiar botones y ojales. De esta manera el servicio podía abrochar con mayor comodidad y rapidez. Más tarde, cuando la gente empezó a vestirse sola, los botones (alguna vez considerados objetos de lujo) permanecieron del lado izquierdo para que las masas pudieran imitar el estilo de la clase alta.
Otro argumento aporta una razón bélica a la posición de los cierres masculinos. En tiempos de espadas y sables, los hombres debían poder desenfundar sus armas sin obstáculos que dificultaran el movimiento del brazo derecho hacia el lado izquierdo del cuerpo. Por ello, los botones de los hombres se abrochaban hacia la izquierda para seguir el movimiento de desenfunde.
La equitación también da otra explicación a esta distinción en la manera de abrochar las camisas, pues tradicionalmente las mujeres solían montar a caballo con sus cuerpos hacia el lado derecho, por lo que poner los botones del izquierdo impedía que el viento se colara en sus camisas cuando cabalgaban.
También, hay quienes apuntan que cuando la ropa femenina empezó a tomar cada vez más elementos de la masculina, como los pantalones, los manufactureros mantuvieron los botones de distintos lados para diferenciar una de otra.
Finalmente, otra teoría indica que la mayoría de las mujeres suelen cargar a sus bebés con el brazo izquierdo, por lo que colocar los botones de ese lado hacía que fuera más fácil abrir la camisa con el brazo derecho.
Pero hipótesis aparte, lo cierto es que en el mundo cambiante de la moda, este detalle ha prevalecido inalterable durante cientos de años y es, precisamente, lo que diferencia la ropa femenina de la masculina: la forma en la que se abotona, en especial las camisas.
La historia de la camisa
Y es que la historia nos traslada hacia una prenda de vestir, la camisa, que es una de las más antiguas que todavía está en uso. En la actualidad, es una vestimenta que utilizan tanto mujeres como hombres, pero no siempre ha sido así.
La camisa más antigua conservada procede del ajuar funerario de un arquitecto del antiguo Egipto que vivió en la ciudad Tebas hace más de 3.500 años. La camisa egipcia era una pieza cortada de forma rectangular, doblada y cosida a los lados. Con una única abertura angosta por la que pasaba la cabeza, y mangas muy ceñidas, unas largas y otras cortas.
Como en el resto de las culturas mediterráneas antiguas, la camisa fue una prenda típica que usaron los griegos, que la llamaron kamison. Y, también los romanos, que la llamaron subucula, porque se llevaba pegada a la piel, debajo de la ropa.
La camisa es una de las prendas más antiguas que se conocen y su origen se remonta a la civilización egipcia
Tuvo un simbolismo propio en la tradición celta, cuyos sacerdotes, los druidas, decían: “Toda piel cubierta por camisa no será alcanzada por la enfermedad”. Era signo de protección, de ahí que el término “descamisado” supusiera desamparo moral y social.
Fue siempre prenda del atuendo femenino y masculino, aunque la constancia documental ofrezca testimonios más antiguos para su uso masculino. En el siglo XII se conoce que las camisas masculinas eran cortas, y las femeninas muy largas, tanto que llegaban hasta los dedos de los pies, siendo más que camisas, camisones.
La camisa alcanzó durante la evolución de la sociedad una consideración propia y se llenó de simbolismo. Por ejemplo, según las reglas de caballería andante, el caballero que estaba en vísperas de ser armado como tal, debía vestir una camisa de lino blanco. No utilizada nunca por nadie, como símbolo de limpieza interior y de honorabilidad.
Simbología
También las damas utilizaron esta prenda para corresponder a los requerimientos corteses de un caballero. Cosa que hacían ofreciéndole un retal de su propia camisola o brial que a modo de divisa portaba el caballero enamorado. Es probable que las cintas que lucen los tunos en sus capas tengan un origen similar.
Asimismo, una camisa era la ofrenda mayor que podía hacerse a la Virgen María, costumbre que se mantuvo a lo largo de siglos. De hecho, en la catedral Notre Dame de París, las camisas ofrendadas a la Virgen se colgaban junto al atril en que se leía el Evangelio.
No obstante, el diseño de camisa actual apareció a finales del siglo XIX en Inglaterra, en que se liberó de bandas y cinturones destinados a mantenerla ceñida al cuerpo (en el caso de los hombres), o a realzar el seno (en el caso de las mujeres) y se registró la primera prenda con una larga fila de botones de arriba a abajo. En España data desde principios del siglo XX.
Las camisas en un principio se ponían por la cabeza, pues en un principio fue considerada como ropa interior. A finales del siglo XIX, el blanco en las camisas siempre era signo de distinción, curiosamente la razón no era una moda de temporada sino algo mucho más práctico. La aristocracia y gente adinerada podía lavarla a menudo y mantenerla limpia. Por esta razón se utilizaban mucho los cuellos postizos ya que era la única parte que se enseñaba y de esta forma se podía intercambiar sin tener que lavar toda la prenda interior.
Una vez empezaron apareciendo las primeras camisas con colores más oscuros o con rayas, las altas clases sociales, seguían manteniendo el blanco en los cuellos y puños de camisa, en señal de distinción.
Sin embargo, aunque su diseño ha evolucionado en cuanto a tamaño de cuellos, puños, colores y estampados, lo cierto es que se sigue manteniendo aquello que salta a la vista, las mujeres la abotonan con la izquierda y los hombres con la derecha.
Fuentes: Harper Bazaar y Curiosfera.