Ambas frutas son muy semejantes en cuanto a composición y necesidades para su crecimiento y maduración, pero un análisis minucioso revela diferencias que benefician a la salud
Redacción
Cada verano llega la reñida lucha en la familia de las cucurbitáceas, concretamente entre sus miembros Cucumis melo y Citrillus lanutes, más conocidos como melones y sandías. Como en todo enfrentamiento, cada contrincante cuenta con fieles seguidores aunque también son muchos los que no se inclinan abiertamente hacia ninguno de los oponentes.
Ahora que estamos en la temporada de estas frutas es un momento oportuno para analizar si existen razones para tal enfrentamiento (vaya por delante que son dos opciones estupendas que alimentan, hidratan y refrescan de forma saludable). Melón y sandía son muy semejantes en cuanto a composición y necesidades para su crecimiento y maduración, pero un análisis minucioso revela diferencias que, tal vez, puedan decidir el resultado del choque.
El primer hallazgo es que la sandía suele partir con ventaja: se esperaban recolectar más de un millón de toneladas en las 20.859 hectáreas de cultivo, una superficie dos mil hectáreas superior a la destinada al cultivo del melón (cuya producción media ronda las 700 mil toneladas), según apuntaban las previsiones del Ministerio de Agricultura, pesca y Alimentación para 2019.
Si nos fijamos en el análisis nutricional, el enorme parecido evidencia el parentesco: los dos son bajos en calorías (el melón, 27 por 100 gramos de alimento comestible frente a las 20 calorías de la sandía); más del 90% de su composición es agua; la proporción de carbohidratos es muy baja, y las proteínas y ibra apenas llegan a un gramo por 100 de fruta. La diferencia se manifiesta en el contenido de vitaminas -sobre todo la C (el melón multiplica por 5 la cantidad presente en la sandía) y la A (la sandía cuadruplica los 4 microgramos que contiene el melón)- y de minerales (calcio, potasio, sodio y fósforo), donde el melón se impone claramente.
¿Qué implican esas variaciones?
La vitamina A que se halla en los vegetales se presenta en forma de provitamina, y se obtiene normalmente a partir de los carotenoides. Entre los carotenoides de la sandía se encuentra el licopeno (el responsable del color rojo de frutas y verduras), un potente antioxidante al que se atribuyen propiedades preventivas frente al cáncer, enfermedades cardiovasculares incluso la diabetes, como describe un estudio desarrollado hace unos años por investigadores de Pakistán.
Esta cualidad no es exclusiva de Citrillus lanutes y un trabajo del Departamento de Nutrición Humana de la Universidad de Ohio (Estados Unidos) pone de manifiesto que el melón cantalupo (el anaranjado) también es rico en carotenos de alta biodisponibilidad por lo que comparte las propiedades antioxidantes de la sandía.
Además, la vitamina A es necesaria para el desarrollo del tejido epitelial (que se encuentra en buena parte del organismo, como la piel, el pelo, las glándulas o las mucosas), por lo que es fundamental para mantener sanos y la piel (un trabajo publicado en ‘Archives of Dermatology’ concluye que la administración oral con vitamina A es eficaz para la dermatitis crónica de las manos que no responde a otros tratamientos) y, más importante aún, evitar problemas oculares, como el ojo seco, que en condiciones extremas pueden conducir a la ceguera.
La vitamina C también es un potente antioxidante y está implicada, como describe la Clínica Mayo, en la producción de colágeno y en la formación de los vasos sanguíneos. A la vitamina C se le atribuye la capacidad de potenciar el sistema inmune, reducir la duración de los resfriados y proteger la piel del daño solar.
Sobre la importancia de los minerales, el melón es, al menos, el doble de rico en calcio, potasio, sodio y fósforo que la sandía. Una correcta relación entre sodio y potasio contribuye a normalizar las cifras de tensión arterial en personas hipertensas; el potasio es fundamental para la contracción de los músculos; el calcio beneficia a la salud ósea, cardiovascular y muscular, y el fósforo es un elemento esencial para la producción de proteínas y de la energía que necesita el organismo para llevar a cabo sus funciones.
‘Viagra’ natural
Hasta aquí, las fuerzas están muy equilibradas, por lo que se impone que uno o los dos ofrezcan un beneficio añadido que le confiera superioridad frente al contrario. Y aquí la sandía da el golpe de efecto: su alto contenido en L-citrulina (un aminoácido que produce arginina que da lugar al óxido nítrico, una sustancia que favorece la dilatación de los vasos sanguíneos y favorece el flujo sanguíneo del pene) convierte a la sandía en una ‘viagra’ natural y puede mejorar la disfunción eréctil. El médico y divulgador estadounidense Michael Greger, fundador de la web NutritionFacts.org, sostiene que una rebanada de sandía proporciona la misma cantidad de citrulina que un suplemento.
Por un mecanismo similar –y por el efecto de la citrulina-, la sandía es un alimento beneficioso para mujeres posmenopáusicas con obesidad e hipertensión, en las que ayuda a rebajar las cifras de presión sistólica (alta).
El as que guarda en la manga el melón consiste en favorecer la salud de los huesos, que se debe a su elevado contenido en folato (vitamina B9: 30 microgramos, diez veces más que la sandía), vitamina K y magnesio.
¿Y por su uso culinario?
Melón y sandía son muy versátiles y fáciles de utilizar: batidos, sorbetes, ensaladas, gazpacho o simplemente cortados en trozos son excelentes en cualquier momento del día y proporcionan un chute de hidratación, vitaminas y minerales con apenas aporte calórico.
Fuente: El Confidencial.